Los decentes

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Después de una entrevista laboral Belén (Iride Mockert) comienza a trabajar como empleada doméstica en una lujosa casa dentro de un country del gran Buenos Aires. La propiedad es grande, con jardín y pileta, pero viven allí sólo dos personas. Diana (Andrea Strenitz) y su hijo Juanchi (Martín Shanly), un tenista que está empezando a ser profesional.
Con su trabajo Belén no tiene problemas, hace todo lo que le ordenan y ella obedece. Es sumisa y de muy pocas palabras. Su patrona es amable con ella, al igual que su hijo. Todo se desarrolla en un clima tranquilo, sereno. Es verano y los que viven en ese lugar parece que están permanentemente de vacaciones.
Todos sabemos que el country es un mundo aparte. en el sentido más literal de la palabra. Ellos se aíslan del resto, colocan alambres tejidos y ligustrinas para delimitar el perímetro, además de contar con seguridad propia.
Esta película dirigida por Lukas Valenta Rinner no sólo muestra la tranquilidad de los ricos, sino que los confronta con los vecinos de al lado, que son unas personas muy particulares, porque se alojan todos en una casaquinta en forma comunitaria, pero eso no es lo llamativo y molesto, sino que permanecen siempre desnudos.
Cuando la protagonista se percata de esta situación, al comienzo le llama la atención y le provoca pudor, pero luego, le da curiosidad. Y ese mundo distinto, al que ella no estaba acostumbrada a transitar, le generará una gran motivación para integrarse al grupo y ser una nudista más.
La historia resalta el contrapunto cotidiano entre estos dos ámbitos tan disímiles, pero que a Belén parece no incomodarla en absoluto. Todo lo dócil que es con su labor, dentro de la comunidad vecina, se siente libre y segura. Es su lugar de pertenencia, porque, inesperadamente, descubrió y encontró que allí es ella misma y no tiene que dar explicaciones a nadie.
Narrado con un ritmo un poco lento, pero que no aburre, sino que la intriga y el interés se traslada al espectador como una comedia dramática. El relato se desmorona en la insólita secuencia final, porque todo lo bueno planteado anteriormente, con una idea muy original, se desmadra convirtiéndose en un burdo policial. Y ese cambio de género, que no se podía anticipar durante el film, terminar por boicotearse a sí mismo.