Los cuerpos dóciles

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

LA ABRUMADORA REALIDAD

Un film que duele, eso es Los cuerpos dóciles, que sigue a Alfredo García Kalb, un abogado penalista que con sus formas y concepciones éticas desafía los estereotipos de su profesión, evidenciando de esta manera las grietas discursivas que presenta el entramado enunciativo del sistema penal argentino y delatando tanto sus límites como sus posibilidades.

A Alfredo lo vemos lidiando con casos donde son los más jóvenes y pobres los que pagan los platos rotos, tratando de encontrarles, o mostrándoles, alguna salida o alternativa a ese infierno que son las cárceles, atravesando con ellos -y sus familias- ese despiadado purgatorio que es el sistema judicial argentino. Los directores Matías Scarvaci y Diego Gachassin encuentran el hueco justo donde lo documental se cruza con lo ficcional, con la construcción -o más bien reconstrucción, a partir de la representación y el recorte- que aporta el dispositivo cinematográfico. Y van revelando, como de a capas, las dosis de perversidad, opresión y represión de muchas situaciones que se aceptan y naturalizan, pero que poco tienen de natural, y especialmente de humano.

Lo que va quedando, contenido dentro de un relato con marcos similares a los de una película de crímenes y juicios, es una narración muy parecida a una tragedia, con Alfredo como un personaje definitivamente heroico que hace todo lo posible para evitar esos destinos trágicos para los individuos que defiende, aunque termine golpeándose con la realidad. Una realidad implacable, donde no parece haber lugar para la redención, la contención, la empatía con los marginales y desplazados del sistema. En eso, el título del film -que remite a un capítulo de Vigilar y castigar, de Michel Foucault- es toda una declaración de principios: lo que contemplamos es la antesala de la domesticación de esos cuerpos.

“Estoy cansado de tanta realidad”, dice sobre el final Alfredo. Los espectadores también, aunque quizás sea el momento de ver cómo cambiar esa realidad. Los cuerpos dóciles, a partir de su potente construcción formal, es un cachetazo que supera toda indiferencia posible.