Los corroboradores

Crítica de Guido Rusconi - Revista Meta

El género de falso documental (también conocido como mockumentary) ha proliferado en el cine y la televisión de manera acelerada en las últimas dos décadas, dándonos verdaderas obras maestras como The Office en el caso de la pantalla chica, o This is Spinal Tap y What we do in the shadows en lo que concierne al séptimo arte. Es un género que requiere de una minuciosidad particular para su confección y por lo tanto, cuando surge una obra de este tipo, es muy probable que sea buena.

Los Corroboradores, sin embargo, es un falso documental que elude uno de los factores más importantes del género: el humor. Esto no quiere decir que sea menos efectivo que el resto, pero otorga una ilusión de realidad que es difícil de romper. A menudo los falsos documentales tratan tópicos algo ridículos para ser considerados documentales serios, e incluso se burlan de los tropos y lugares comunes en los que suelen caer este tipo de producciones. No es así el caso de este filme argentino del año 2017, en donde los límites entre lo real y lo ficticio se vuelven borrosos. De no ser por algunas secuencias en donde la trama se vuelve irrisoria, este podría pasar por un documental real ante un espectador distraído.

Dirigido por Luis Bernárdez, Los Corroboradores cuenta el proceso investigativo que realiza una periodista francesa que busca encontrar la verdad sobre una sociedad secreta argentina. La sociedad lleva el mismo nombre que el documental y el mito dice que estaba formada por lo más exclusivo de la élite porteña, siendo su objetivo principal hacer de la Ciudad de Buenos Aires una réplica de París. Por lo tanto, hacia finales del siglo XIX y principios del XX comenzaron a reproducir casi con exactitud arquitectónica edificios parisinos, en búsqueda de crear una suerte de fantasía europeizante. A medida que va avanzando en su investigación, esta periodista se irá metiendo en un territorio mucho más oscuro que podría costarle algo más que su trabajo.

A lo largo de poco más de una hora, la película explora esa obsesión aspiracionista tan arraigada en la cultura porteña de mirar siempre hacia el viejo continente y tratar de ser una pequeña sucursal europea en América Latina. Esto sirve para reflexionar sobre la pregunta de la identidad argentina, siempre tan heterogénea, aunque por momentos el documental se convierte en un festejo onanista de la capital de nuestro país y de sus edificios más antiguos.

Los Corroboradores entonces pone un pie en cada lado del espectro documental, dividiéndose entre la difusión de datos verídicos y la oferta de una historia entretenida, y logra en el proceso enseñar cosas nuevas sobre la historia de una ciudad tan mitológica como Buenos Aires.