Los Caballeros del Zodiaco: La leyenda del Santuario

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Rica aproximación cultural a través de un inteligente entretenimiento

Un breve resumen indica que “Los caballeros del Zodíaco” es un manga (historieta) japonés lanzado en 1986, latente hasta 1990. En esos cuatro años hubo una adaptación animada (en animé) televisiva en la cual se amplió un poco la historia, la cual tuvo además cuatro largometrajes estrenados en plena publicación del cómic. Luego hubo un revival, en el 2004, también en formato animé.

Diez años después tenemos éste relanzamiento: “Los Caballeros del Zodiaco: La Leyenda del santuario”.

El cómic (y la serie de TV) narraba las aventuras de cuatro caballeros (o “Santos”) que luchan y protegen a la diosa Athena, quien reencarna en forma humana con el nombre de Saori Kido. Obviamente ella es la elegida para combatir las fuerzas del mal que tiene varios nombres y variantes a lo largo de la saga. La diosa, cuyos poderes son revelados a su debido momento, tiene a estos cuatro aliados con poderes cósmicos basados en alguna de las constelaciones pero que, en definitiva, tienen que ver con las virtudes de los elementos fundamentales (agua, tierra, fuego, etc.)

El atractivo fundamental siempre fue el de poder combinar sabiamente los personajes de mitologías tan disímiles como la griega y la escandinava, con gran dosis de acción y personajes sólidamente construidos con bases dramáticas inspiradas en los conflictos de los dioses, y en virtudes como la fidelidad y el honor contrapuestas con el egoísmo, las ansias de poder y la traición (casi en ese orden)

A casi 30 años de la creación de Masami Kurumada esta producción presupone un reinicio por partida doble. Primero, debido al abandono por completo del animé clásico para pasar a una estética tridimensional cuyo colchón es la presencia exclusiva de CGI para su diseño. Segundo, porque, por suerte, los guionistas Kaito Ishikawa y Masami Kurumada (con casi 61 años) van por el camino más inteligente de todos: proponerse no dejar a nadie afuera, en particular aquellos que no tengan ni la menor idea de la existencia de estos personajes.

¡Vaya si funciona esta idea! Desde el punto de vista del diseño de arte, la película tiene un evidente poder visual que casi no da respiro. Las escenas de acción, junto a los decorados, le dan un tinte épico en cada batalla, y de vez en cuando, reaparece ese humor ridículo (a veces descolgado) que caracteriza al manga. Hay, como suele pasar cuando hay poca seguridad en el producto, un exceso en la banda sonora con pasajes demasiado subrayados lo cual resulta un poco agobiante.

De todos modos, estamos frente a otro evento cultural como ocurrió con el estreno de “Dragon Ball” este año (visto por casi medio millón de espectadores). Seguramente el éxito está asegurado no sólo por los fans, sino por cualquiera que se sume sin temor. Todo está explicado en forma dinámica, aunque también se guardan secretos para los más ortodoxos, quienes se irán del cine con nuevos aportes al argumento clásico. Puro entretenimiento.