Los buscadores

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

LA POSIBILIDAD DE UNA AVENTURA

La aventura es un género problemático dentro del espectro del cine latinoamericano y no solo por cuestiones presupuestarias: es que la cinematografía de Latinoamérica tiende a ser triste y oscura, con lo que le cuesta aceptar la posibilidad del descubrimiento y la maravilla que vienen con la narración aventurera. Y si encima tenemos en cuenta que suele construir una mirada bastante paternalista con respecto a las clases populares, las chances se achican aún más: en el cine de Latinoamérica los sectores laburantes y/o pobres no se divierten, sino que la pasa bastante mal.

De ahí que Los buscadores sea una pequeña y agradable sorpresa, aún con los defectos que presenta: es desde Paraguay que surge una película que no solo se permite desarrollar un relato plenamente emparentado con la aventura, centrado en la búsqueda de un tesoro que implicaría un montón de dinero para quienes lo encuentren, sino que además les da el protagónico de esa pesquisa a una sumatoria de personajes que cuentan las monedas para llegar a fin de mes, pero que aún así se hacen el tiempo para una odisea repleta de vericuetos. Y lo hace con poco presupuesto, pero con convicciones fuertes, algo que todavía está ausente, por ejemplo, en el cine argentino. Acá hay mucho más presupuesto y medios a disposición, pero lo que se impone es una mirada hilvanada desde las clases medias y altas que es seria, impostada y negadora de todo posible divertimento (y más aún para los pobres que –recordemos- siempre están tristes, y más todavía ahora que se fue el kirchnerismo y llegó el macrismo).

Donde Los buscadores sostiene mejor su estructura aventurera es en la hora inicial, donde subyace una lectura social sobre ciertos sectores que están atravesados por la pérdida y desprotegidos frente a cualquier desgracia, pero igualmente se impone un dinamismo frenético, de la mano de una cámara en permanente movimiento y una banda sonora cautivante. Un ejemplo de eso es la secuencia donde un personaje persigue desesperado un camión de basura para recuperar un viejo mapa, que es totalmente antojadiza pero aún así atrapante. En esos minutos, el film construye personajes atractivos, vínculos románticos y amistosos interesantes, y una serie de misterios que mantienen la atención. Hay un tesoro, enigmas, historias ocultas, tensiones múltiples, búsquedas insólitas (la de la tumba es hilarante) y fascinación por lo que se va descubriendo, que a veces es de pura casualidad pero en otras producto de la deducción y la inteligencia.

Pero es en la última media hora donde Los buscadores encuentra obstáculos en su ritmo y construcción narrativa, porque se ve en la obligación de diseñar algo apresuradamente antagonistas –o más bien competidores por el tesoro- y de terminar de entablar una mirada social, donde no importa tanto la búsqueda de algo oculto durante un montón de tiempo, sino el hacerse con un montón de plata para salir de la mala. Eso podría ser ciertamente comprensible, pero le quita vitalidad al relato, que encima va acumulando demasiadas vueltas de tuerca. El cierre es ciertamente una declaración de principios, aunque poco clara: ¿Qué es lo que importa más: la aventura en sí misma o las motivaciones económicas? Ese es el gran dilema que la película de Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori (que venían de la interesante 7 cajas) no termina de resolver para sí misma y el espectador: la oscilación entre la bajada de línea social y lo puramente genérico, en vez de sumar, resta. Aún así, Los buscadores ofrece muchos momentos de atrevimiento y vitalidad, que son sumamente bienvenidos.