Los Boxtrolls

Crítica de Ulises Picoli - Función Agotada

Monstruos de colección

Vuelve Laika. Los creadores Coraline y La Puerta Secreta (Coraline, 2009) entregan otra obra de animación magistral, pero como en el caso de ParaNorman (ParaNorman, 2012), lo que resulta visualmente impresionante, adolece en el relato. El talento visual al que nos tiene acostumbrado es estudio de stop-motion está intacto, quizás hasta sea superior a sus anteriores trabajos, la puesta en escena victoriana, con personajes grotescos, resulta lo más grato de la película. Sus habitantes son tan interesantes como repelentes.

El principal acierto del film se encuentra en los personajes malvados, pero no son suficientes para liberar una trama presa del estigma de ser una animación para “chicos”. Como es habitual en estos tiempos, la idea es revertir la visión del mundo, convertir al diferente en héroe, mostrar que la fuente de temor es en realidad, mero prejuicio.

Recorrer las mismas historias no es un defecto per se, pero Los Boxtrolls (The Boxtrolls) no logra romper con los tópicos narrativos de la animación, ni con las vueltas de tuerca automatizadas.

Los boxtrolls son seres tiernos y grotescos que se visten con cajas, unos nuevos monstruos-amigos para descubrir y coleccionar.

Considerados devora humanos, en realidad son más buenos que Lassie (el legendario can raza Collie, por si alguien había olvidado al referencia). Dentro de ese universo, lo sorprendente radica en su equipo de villanos. Por una parte, el líder caza boxtrolls Archibald, es un ser mutante e incontrolable. Sus esfuerzos para encajar son conmovedores (y angustiantes), en su apetito por lograr respeto se transforma (literalmente) en un monstruo. Su deformidad física es un ejemplo más de un espíritu ricamente corrompible. Un ser que se transmuta por lograr el objetivo de encumbrarse socialmente. También es destacable su trío de asistentes. El Sr. Mollejas es un desquiciado, un ser inconciente y desatado, el único peligroso. Los otros dos son seres sensatos y racionales: el Sr. Trucho y Sr. Fideo. El primero es una inmensa bola de autoconciencia, siempre lanzando el razonamiento justo para ir develando el comportamiento villanesco del grupo. A través de la palabra, va cortando los hilos que los mantiene como títeres de una trama (que de a poco logran comprender). Un rol de malvados que se va rompiendo a pura lógica. Su compañero es Sr. Fideo, un divertido complemento. Para el final (luego de los títulos) entregan uno de esos momentos admirables de cine, uno de pura filosofía entre creaciones y creador (mostrando a esos genios que realizan el stop-motion).

Puede que uno de los problemas de Los Boxtrolls radique en que son más interesantes los seres que debemos odiar que nuestros héroes. Los dos niños protagonistas (uno que vive con los boxtrolls, otra que es hija del hombre más poderoso del pueblo) no logran crear empatía suficiente, y en cuánto a los monstruitos coleccionables del titulo, apenas se pueden reconocer a un par con cariño. Aún así, el nuevo trabajo de Laika es una obra visual asombrosa, una que vale la pena ver.