Los bastardos

Crítica de Daniel Cholakian - CineramaPlus+

Los bastardos es una película violenta desde la primera escena, un muy largo plano en el cual entre medio del calor y la aridez aparecen los protagonistas, hasta las situaciones que desencadenan el robo, Escalante no tiene ningún interés en agradar

Dos trabajadores mexicanos ilegales pelean por sobrevivir en Los Ángeles, con trabajos eventuales y en condiciones de explotación. Nada nuevo hasta allí, bajo el sol abrasador.

La película cuenta un día, muy particular por cierto, de estos dos indocumentados mexicanos. Ellos después de trabajar, andarán por allí hasta que ingresan por la ventana en el departamento donde vive una mujer con su hijo, probablemente para robar o simplemente para molestar, asustar, ejercer por momentos un poder sobre otro.

Amat Escalante construye una película que recibe influencias de diversas tradiciones. El cine de las fronteras, como podríamos calificar a Los bastardos junto con otras películas que se instalan en las zonas grises donde inmigración, pobreza, soledad, identidades transferibles, inseguridad e incertezas, abreva tanto en el realismo duro del cine independiente norteamericano de los años sesenta, el llamado cine chicano de los noventa, y el panorama actual del cine mexicano, que se apropia de los temas presentes en aquel norte, violencia por la delincuencia, violencia por la sobre explotación, violencia de género.

Los bastardos es una película violenta. Desde la primera escena, un muy largo plano en el cual entre medio del calor y la aridez aparecen los protagonistas del film, hasta las situaciones que desencadenan el robo, Escalante no tiene ningún interés en agradar al espectador. La película cuenta, alrededor de los protagonistas, también la historia de otros con quienes pueden tener alguna relación: los igualmente explotados, los que se quedaron, los que viven en esa zona gris donde ellos habitan. No es casual que el punto donde los inmigrantes se reúnen, para que los busquen quienes necesitan trabajadores de a pocos y por tiempo limitado y tareas rudimentarias, esté junto a gran mercado de materiales, lejos de cualquier cosa que pueda parecer Los Ángeles, tal como se suele ver en el cine. La imagen en esta película adquiere un valor fundamental por su característica despojada, desprovista de ángulos expresivos, de contraste, de volumen. Esta condición plástica aproxima a un mundo sobre el que se construye el relato.

La historia completa de la película está contada acá mismo. Lo central está en los personajes y los lugares. Pero su problema principal está en el guión. El director no termina de construir con sentido todas las relaciones, de modo que algunas escenas suenan demasiado arbitrarias e inútiles en el contexto donde están insertadas. Lo cual le quita potencia al modo que Escalante adopta para contar esta historia de situaciones.

Soledad, pobreza, silencio, frontera, violencia, cuerpos despojados de deseo. Una zona gris donde entran no solo mexicanos ilegales, sino mujeres solas y jóvenes en una sociedad consumida. De todo esto habla Los bastardos, una película mexicana que sin dudas excede el problema de los “indios” y “la migra”.