Los amores de Charlotte

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Matices y reflexiones sobre las vivencias de una adolescente

La adolescencia. Esa época de la vida que se cura con los años está llena de contradicciones, vaivenes emocionales, hormonas alteradas, dudas, descubrimientos sexuales y enamoramientos efímeros, y es lo que vive, o padece, Charlotte (Marguerite Bouchard), una chica de 17 años que, junto a sus mejores amigas Mégane (Romane Denis) y Aube (Rose Adam), cursa el último año del secundario.

Ellas quieren vivir aceleradamente, guiadas por la euforia y la excitación por sobre la cordura y la reflexión. Especialmente Charlotte, quien no piensa, siente, y eso la lleva a hacer cosas inconscientemente.

Así están las amigas, en las vacaciones previas a la Navidadm que, para ganar algo de dinero consiguen trabajo en un hipermercado minorista del juguete. Allí hacen su primera experiencia laboral junto a otras vivencias propias de la edad, como ser la maduración adosada a una mayor toma de responsabilidades.

La protagonista está muy enamorada de su novio, pero se decepciona profundamente cuando éste le confiesa que es gay. Su tabla de salvación es el trabajo y los compañeros que allí tiene, que son varios. Descreída del amor, se termina acostando con todos por despecho y diversión.

Sophie Lorain cuenta, en clave de comedia, las desventuras amorosas de una chica común que vive en un barrio de Quebec, Canadá, y que transita las mismas cosas que otras chicas de su edad en gran parte del mundo. La obra, está filmada en un blanco y negro, con una textura de imagen áspera, donde sobresale la presencia de María Callas cantando una canción en varios tramos de la película cuya letra es un leitmotiv que guía las acciones de Charlotte.

Narrada con mucho ritmo, desde el punto de visto femenino, los conflictos van creciendo, en especial cuando la presencia de Guillaume (Alexandre Godbout), uno de sus compañeros, no pasa desapercibida para sus sentimientos y la pone a prueba. Es en esos momentos en que la narración se convierte en una comedia dramática, donde los encuentros y desencuentros están correctamente articulados, con buen timming para mantener siempre el interés.

Otro detalle que llama la atención de la historia es la ausencia de adultos. Las amigas tienen familia, pero durante ese tiempo quedan solas cada una en su casa y viven de manera autónoma.

Si el objetivo de la historia era entretener, lo consigue con creces. Si la misión era reflejar cómo viven los jóvenes en un país del primer mundo, que no tienen grandes conflictos económicos ni sociales y cuyas preocupaciones son más personales o sentimentales, también lo logra. Pero, por sobre todas las cosas, Sophie Lorain obtiene una realización con muchos matices, inflexiones y una mirada optimista como faro a seguir.