Los amantes pasajeros

Crítica de María Inés Di Cicco - La Nueva Provincia

La vuelta al mundo del viejo Almodóvar

Los amantes pasajeros es una película española de 2013, escrita y dirigida por Pedro Almodóvar. Número 19 en la carrera del director manchego, se presenta como su regreso a la comedia, luego del exitoso viraje que diera años atrás con el melodrama, que a su vez le permitió conquistar el mercado norteamericano, con premio Oscar incluido.
Vale saber que no es únicamente la vuelta del cineasta a un género, sino que se trata de la recuperación de una manera peculiar de presentar las historias que lo catapultó al mundo y casi al plano del culto desde su España natal.
Lo hace con un elenco donde es posible reconocer a sus figuras de confianza y contando la desproporcionada catarsis --sexual, narcótica y verbal-- de los tripulantes y pasajeros de un vuelo que parte de España a México, pero ante un problema producido por un error, debe abortar su plan de vuelo y recorrer el cielo español, a la espera de una pista disponible. Conforme las horas pasan, el peligro de desplomarse a tierra motiva una reacción en cadena, donde no faltan las confesiones, el exhibicionismo, la fiesta.
Lejos de ellos, con los pies sobre la tierra, están aquellos quienes los esperan o los despidieron para siempre, sus testigos, más el operario que cometió el fallo en cuestión y su pareja. Todos son parte de un ideario aparentemente dislocado pero interconexo, común en los universos de la comedia de Almodóvar.
La noticia de esta maniobra de regreso fue celebrada por los cinéfilos que, desde los 80, amaron su estilo riesgoso, desenfadado, sostenido en el orden interno de lo aparentemente caótico y en la lógica de lo absurdo.
Claro que este atrevimiento narrativo no era otra cosa que la consecuencia de un talento en un contexto que lo propiciaba: el de la España pos franquista y un planeta que veía regresar a varios países a la democracia y a la expresión de cuerpos y voces destapados, casi a los gritos.
Durante treinta años, con varias aguas corridas bajo el puente, el público fue cambiando y Almodóvar lo acompañó con nuevas historias y una esperable madurez. De allí que esta vuelta al discurso del viejo Almodóvar sorprenda y genere contrariedad.
A los efectos del comentario, se puede ensayar que quizás no se trate de una apelación del director a un recurso seguro, especulando con la nostalgia de sus más fieles compradores; tampoco de una patológica regresión estilística.
Ojalá sea, ésta, una película de transición, una suerte de "volver al futuro" en la carrera del director, que plantea este relato entre la tierra y el cielo, como una forma de autoparodia --por qué no, autohomenaje-- con miras a la superación.