Los 8 más odiados

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Hablame bien

Todos los filmes de Tarantino son, en esencia, un western. Y aquí recupera el valor de la palabra, más que la clásica violencia, en sus personajes.

Aunque él diga que es un género que está descubriendo, y que Los 8 más odiados es recién su segundo western, todas las películas de Quentin Tarantino son, en esencia, un western. Piénselo y me dará la razón.

Pero ¿qué es lo que más atrae de una película de Tarantino? Viendo alguna de las matanzas en Los 8 más odiados, descubrimos que cuando llega aquello por lo que muchos señalan es su marca en el orillo, la violencia, la sangre a borbotones, esperamos que esos minutos terminen. Que pasen. Porque ya no conmueven, y sabemos que no va a pasar nada nuevo en esas escenas más que saber, al final, quién muere y quién vive. Es mejor aguardar que el (los) personaje(s) en cuestión mueran para meternos de lleno en cuál es el comportamiento de los que sobreviven...

Aunque filma como los dioses, los diálogos, descubro, son lo que nos fascinan. Recuerden los diálogos en escenas previas a las terribles balaceras en Bastardos sin gloria, o Django sin cadenas, para no ir a Pulp Fiction o Perros de la calle.

Los 8 más odiados, el octavo filme de Tarantino después de sus previos 7 magníficos, tiene varias vueltas de tuerca y sorpresas. Como si fuera un relato de Agatha Christie, en cuanto al suspenso, porque la dama se desmayaría al ver el desenlace de Los 8 más odiados. O un filme de Hitchcock: el maestro del suspenso decía que lo más apasionante era mostrar al espectador que dos personajes se sentaban a una mesa, y debajo de ella había una bomba por explotar, pero los protagonistas no lo sabían. Mucho de ello hay en la construcción de Los 8 más odiados.

En la que tampoco nadie es quien dice ser.

Tras una toma de apertura monumental (un Cristo nevado cerca del que pasa una diligencia), Tarantino presenta uno por uno a sus personajes. La brutalidad difícil de contener de los 8 se pondrá de manifiesto. Ruth (Kurt Russell) es un cazarrecompensas que lleva a la horca a Daisy (Jennifer Jason Leigh), pero una tormenta de nieve los hace buscar resguardo en lo de Minnie a ambos, al chofer, a Marquis (Samuel L. Jackson), otro cazarrecompensas que levantan en el camino, y al futuro sheriff (Walton Goggins) de Red Rock, destino donde ahorcarían a Daisy.

Pero en el refugio no están Minnie, ni Sweet Dave, sino un mexicano (Demián Bichir) que dice estar cuidando el lugar, y otros tres recién llegados: un verdugo, británico (Tim Roth), otro, como Roth, ex Perros de la calle, que es el cowboy Joe Cage (Michael Madsen), y el general confederado que interpreta Bruce Dern.

Entonces es mejor admirar la paleta de colores y en 70 mm que utiliza Robert Richardson. La amplísima pantalla no sólo sirve para los exteriores, fíjense cómo recorta a los personajes en primer plano. Y la música de Ennio Morricone -con las disculpas del maestro italiano, parece le han quedado unos cuantos acordes perdidos de Los intocables, que utiliza aquí-, que es como un repiqueteo.

¿Qué hace Tarantino? Ataca nuestra conciencia, las ideas morales. ¿Es políticamente incorrecto? Lo políticamente correcto no le interesa. El tiene su mundo. Y aquí son todos malos, feos y violentos.