Los 8 más odiados

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Esta será una review sincera y frontal. Lo primero que voy a decir es que no soy muy fanático de los últimos dos trabajos de Tarantino. Tanto Bastardos Sin Gloria como Django Desencadenado tienen su cuota de grandes momentos, pero las vi dispares: no me causaron esa euforia que me había producido Pulp Fiction o Kill Bill, ese desborde de originalidad, humor y violencia - constante a lo largo de toda la trama - que Tarantino ha sabido cosechar con su propia marca. Por el contrario, me sonaron a que el maestro había desempolvado bocetos viejos escritos durante su juventud - con dos o tres escenas geniales - y después lo había estirado con un script no tan inspirado. Desde ya, cinco minutos de un Tarantino aburrido tiene mayor creatividad que 10 películas juntas de cualquier cineasta comercial de hoy en día, pero no le vi un nivel parejo de ideas y sorpresas; y desde ya, los finales de ambas peliculas me dejaron un sabor raro en la boca. Lo mismo no puedo decir de Los 8 Mas Odiados, la cual me parece un regreso de Tarantino a su mejor nivel, con la ventaja de mostrar a un cineasta mas maduro - menos propenso al reciclado juvenil y pulp, y mas dedicado a construir personajes y climas hasta detonarlos en la mayor de las glorias - y seguro en sus decisiones creativas. No es un western tradicional sino una de misterio a lo Agatha Christie, sólo que acá las cosas se resuelven con baño de sangre en vez de una melancólica confesión - obtenida diplomáticamente a la hora del te y espetada frente al inspector de policía -.

En muchos sentidos lo que hace Tarantino - y que ha ido perfeccionando hasta la maestría durante todos estos años - es generar una suerte de orgasmo cinematográfico: el tipo crea el clima, genera la tensión, empieza a dar vueltas y vueltas hasta que las cosas se vuelven insoportables... y allí desata toda la tensión en un baño consagratorio de sangre. Quizás sea una metáfora grosera, pero creo que es ilustrativa: ese sentimiento orgásmico lo sentí en Bastardos Sin Gloria, fundamentalmente en la escena inicial en donde Hans Landa se sienta con el granjero francés a hablar de bueyes perdidos y pronto la conversación se empieza a ponerse cada vez mas espesa y peligrosa. Si esa escena le pareció larga y explosiva, Tarantino ha reciclado aquí sus mecanismos y los ha estirado hasta el punto de la primera hora y media, que es cuando las tapaderas se deshacen, se dispara la primera bala y empieza el baño de sangre. Hasta ese momento teníamos diálogos y personajes escritos con alto vuelo, y una sucesión de anécdotas que iban de lo chispeante a lo bizarro - como el relato central de Samuel Jackson -. Y cuando toda esta gente se pone tensa, basta el mínimo roce como para que todo vuele por los aires, cosa que termina por hacer en última e inevitable instancia.

Es realmente un filme extraño. Tarantino se toma la licencia de filmar en Ultra Panavisión 70, lo que le da una pantalla anchisima y épica - es lo que se usaba para rodar mega clásicos como Ben-Hur o La Gran Ofensiva, películas espectaculares que saturaban la pantalla con fastuosos escenarios y masivos despliegues de extras y decorados -, y la usa para filmar por unos minutos el gran paisaje helado de Wyoming... pero después aplica esa pantalla super widescreen (de 2.76: 1) a un escenario cerrado, lo cual resulta tan impactante como claustrofóbico. El parador donde se encuentran los protagonistas no es mas que una inmensa habitación carente de paredes internas, de manera que estos tipos - se toleren o no - deben verse todo el tiempo las caras mientras charlan (que es lo único que les permite hacer el encierro provocado por la ventisca). Así es como vemos a Bruce Dern en una punta y, 15 metros mas allá (en el cuarto y en la pantalla) a Kurt Russell sacudiendo de lo lindo a Jennifer Jason Leigh para que se calle y le deje cenar tranquilo.

Desde ya el clima va in crescendo - matizado por un score original de Ennio Morricone, el cual se parece mas a un soundtrack de un giallo que a alguna de esas legendarias bandas sonoras que escribiera para Sergio Leone -, especialmente porque todos tiene un pasado importante y espeso: no hay ningún nene de mamá sino tipos mas violentos que el diablo y de los cuales el mas memorable resulta ser una mujer. No creo que exista en la historia del cine una mujer mas violentada, bastardeada y ensuciada que Jennifer Jason Leigh (lo mas parecido que recuerdo sería la saranda por la que pasó Linda Blair como la chica poseída de El Exorcista). A la Leigh le rompen la nariz, le voltean un montón de dientes, le dejan un ojo negro, y la salpican con todo tipo de fluidos corporales; pero, cuando la chica tiene la ocasión, saca a relucir toda la maldad que lleva adentro. Honestamente, si no la nominan a un Oscar por esto, debería pegar en el palo.
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Dificil decir mas cosas sin arruinar el efecto de la trama. El resto del elenco va de lo muy bueno a lo sobresaliente y, desde ya, el otro que descolla es Samuel L. Jackson. Tiene las mejores lineas y las mejores anécdotas y, junto con Kurt Russell, se roban la pelicula con perfomances sacadas y duras hasta la médula. Pero si la tensión es importante y el suspenso lo deja a uno al borde de la silla, las cosas explotan orgásmicamente cuando empiezan los balazos. Los baños de sangre son los típicos de tarantino: gloriosos, sorpresivos y tremendamente cómicos. No importa lo grosero o morboso que sea, el público los festeja de pie porque ése es el efecto que el director ha buscado provocar después de tanta espera y tensión.

Los 8 Mas Odiados es por lejos lo mejor y lo más sólido de Tarantino de estas últimas épocas. Sigue siendo un artesano original e impredecible pero aquí ha logrado obtener una de sus obras mas parejas e inspiradas. Sólo él puede elevar la violencia al nivel de hecho artístico y aquí lo ha hecho de nuevo, sólo que con mayor vuelo creativo y menos dosis de reciclaje.
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