Los 33

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Hollywood malogra la odisea de “Los 33”

Treinta y tres fueron los Orientales, 11 de los cuales nacieron de este lado del Plata. Treinta y tres los cantos del "Martín Fierro", "que es la mesma edad de Cristo". Treinta y tres, un grito de gloria en el juego del truco. Treinta y tres, los mineros que lograron sobrevivir 69 días en un refugio a 720 metros de la superficie, y salieron gracias a un formidable trabajo de rescate. Treinta y tres, la edad de la mexicana Patricia Riggen cuando debutó en el cine con un corto bastante atendible. Poco después hizo su mejor largo, "La misma luna": un niño en México, su madre en EE.UU., y el desafío del viaje, como "De los Apeninos a los Andes" en versión actual. Ahora, pobre Riggen, frente mismo a los Andes, todos se la agarran con ella.

Entretenida, pero de emoción limitada, elaboración básica y condimentos involuntariamente risibles, esta versión hollywoodense del maravilloso episodio de los mineros lleva su firma como directora. Pero hay que repartir bien las culpas. El guión no es suyo, sino de cuatro tipos que hasta ahora nunca se destacaron por escribir maravillas. Tampoco es culpa de la directora, sino de los productores, la elección de los intérpretes, salvo quizá Kate del Castillo, actriz de "La misma luna", que acá hace de embarazada. Con eso vaya y pase, pero ¿quién puede creer, por ejemplo, que Juliette Binoche sea una vendedora chilena de empanadas?

Tampoco fue ella quien impuso una versión con los actores hablando un inglés de pretendida entonación chilena, y una versión doblada al castellano tan mala que terminamos prefiriendo la versión en inglés. Es una convención. En Chile el público se rió de sólo escucharlos, acá también nos reímos, pero en el resto del mundo eso pasa inadvertido. Lo mismo, la participación como productor ejecutivo del empresario chileno Carlos Eugenio Lavin. Él financió la carrera política de Laurence Golborne, el entonces ministro de Minería, que acá aparece como el héroe del rescate. ¿Pero qué culpa tiene, si en ese aspecto el ministro realmente se portó como un héroe?

Resumiendo: con el guión, las pautas de producción y el elenco variopinto que le dieron, y su falta de experiencia en esa clase de películas, Riggen hizo lo que pudo. Culpas tiene: haber aceptado el trabajo, y, más que nada, haber dejado que Antonio Banderas sobreactúe a lo loco en el papel del líder minero Mario Sepúlveda. El único que puede estar contento con la elección de Banderas es el propio Sepúlveda, un hombre más bien petiso y gordito. Así es Hollywood, y no hay reclamo.