Los 120. La brigada del café

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Este año ha sido un año de muy buenos documentales argentinos. Algunos con ideas innovadoras, otros con un estilo distintivo y novedoso a la hora de narrar, algunos de ellos basados fuertemente en el carisma y la intensa historia de sus personajes, otros con un hecho impactante para contar.
Son pocos los que reúnen más de una de esas condiciones que no son tan fáciles de encontrar en un género que aún, suele lidiar con ciertos trabajos cuyo formato remite más a una connotación de lenguaje televisivo que con un producto cinematográfico.
“LOS 120 - LA BRIGADA DEL CAFÉ” es claramente uno de esos exponentes que se alejan notablemente de la media y que sorprenden más que gratamente.
Seguramente una de las causas del éxito del producto sea porque su directora, María Laura Vázquez, ya tiene una extensa trayectoria en el cine documental con muchos trabajos vinculados con el marco cultural y político como por ejemplo sus trabajos en Venezuela “Cuando la brújula marcó el sur” o “Independencia, el espíritu libertario de un pueblo” al que se suma un trabajo junto a Oliver Stone como recopiladora e investigadora para su filme “Al sur de la Frontera”.
Es evidente –y se percibe desde las primeras imágenes- que Vázquez sabe lo que quiere contar, sabe cómo lo quiere contar y tiene claro cómo atrapar al espectador.
En este nuevo trabajo Vázquez recupera la historia de 120 brigadistas argentinos que en 1984, post regreso de la democracia, conforman la Brigada General San Martín y emprenden un viaje en defensa de la revolución sandinista en Nicaragua.
Un territorio que desde el año 1979 se encontraba en medio de una guerra civil y el proceso revolucionario, un territorio signado por el peligro y la violencia.
La manera de colaborar de estos brigadistas, ha sido apoyando a la extracción de café –fuente primaria de la economía- para que de esta manera se pudiese evitar el desabastecimiento y fortalecer una economía que era precaria y de subsistencia.
Y allí fueron durante algo más de dos meses a vivir en medio de la selva nicaragüense, previo haberse despojado de algunas/muchas de sus pertenencias para poder juntar los mil dólares que cada uno de los voluntarios debía llevar para emprender la “misión”.
No solamente el hecho de atravesar el desarraigo, sino de vivir en un ambiente donde por momentos se respiraba el peligro, sobreponerse a algunos límites físicos de vivir en medio de la montaña y sobre todo, estar dispuestos a enfrentarse a dificultades emocionales y psicológicas, hizo de esta experiencia, un hito único en sus vidas para cada uno de los participantes.
El enorme acierto de María Laura Vázquez para contarnos la historia de “LOS 120 – LA BRIGADA DEL CAFÉ” es hacerlo en primera persona.
Deja completamente de lado el relato enciclopédico y escolar y evita por todos los medios, recurrir al consabido recurso de la voz en off para explicarlo todo.
Por el contrario, nos sumerge de lleno a la historia haciendo foco en cada uno de sus protagonistas. Después de 31 años, cuatro de estos 120 brigadistas vuelven sobre sus propias huellas. Recorren nuevamente ese camino y se reencuentran con aquellos que fueron sus compañeros en aquella aventura, que hoy siguen viviendo en Nicaragua.
Y estamos ahí presentes: para sentir esa emoción a flor de piel, ser testigos del momento en que vuelven a reflejarse en sus miradas, se funden en ese abrazo y sienten que el compromiso sigue vivo, ese acto de amor que sigue vibrando en pos de la unión de los pueblos latinoamericanos.
Narrando lo que recuerdan de su pasado, nos vamos acercando a lo que significó esta experiencia para cada uno de los protagonistas. Este sueño de adolescentes revolucionarios hace más de 30 años atrás, cuando decidieron –muchos de ellos oponiéndose a su familia, por supuesto- viajar a esa zona de peligro sobre la que todos los medios hegemónicos de la época no se privaban de subrayar sus aspectos negativos, intentando desalentar el proyecto.
Pero sin lugar a dudas el documental crece y crece cuando los acompañamos a ese regreso a pura emoción. Y la cámara de Vázquez está ahí, silenciosa, tratando de pasar imperceptible y no ponerse en primer plano. La directora se vuelve invisible, se evapora y desaparece para no interrumpir nada de la emoción de ese potente reencuentro.
El reflejo del paso del tiempo –hermosa la secuencia donde proyectan una película que habían filmado en el ´84 junto con los pueblerinos del lugar-, la fuerza del reencuentro, el volver a espejarse en aquellos que son hoy y saberse los que fueron ayer.
Reconocerse y ver que los sueños siguen vivos y que el proyecto que les ha dejado esa huella imborrable vuelve a resignificarse políticamente en el marco de la Nicaragua de hoy y de los movimientos de América Latina. Vázquez estructura su nuevo trabajo documental a pura sensibilidad y de ahí que cada relato de vida de los protagonistas, emocione y nos atrape.
Cada tanto aparecen estos documentales que nos invitan a reflexionar sobre la historia reciente, sobre nuestra propia identidad como sociedad: y cuando lo hacen con tanta pasión y apuntando a los sentimientos, la experiencia es completamente enriquecedora. De esos documentales para no perderse.