Looper: asesinos del futuro

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

Destino: trampa de ida y vuelta

En lo que respecta a teorías sobre viajes en el tiempo, hay básicamente dos. Una la podríamos llamar la “Teoría de la mariposa”, que Ray Bradbury se encargó de plasmar en su cuento “El ruido de un trueno”: si alguien viaja al pasado y altera algún elemento, cuando regrese a lo que cree es su presente estará más o menos alterado, pues ha cambiado la línea histórica. Eso sí: el viajero se mantendría inalterable, puesto que su viaje lo preservaría de la paradoja temporal.

La teoría rival es la que Isaac Asimov mostró en su cuento “La carrera de la Reina Roja”: en ésta el tiempo es circular y, por más que un viajero en el tiempo quisiese intervenir cambiando la historia, sólo lograría hacer cosas que ya han sucedido. Se parece un poco a la tragedia griega: cuanto más se trata de alejarse del destino, más se va hacia él.

La primera teoría suele ser la más popular (de hecho se hicieron dos películas llamadas “El efecto mariposa”). La segunda es menos común, con algunas excepciones como el capítulo de “La dimensión desconocida sobre la agente que busca matar al bebé Hitler, y por supuesto la saga de “Terminator”, aunque con algunas contradicciones que se subsanaron a medias en la tercera entrega. También se habla por ahí de “teoría del Multiverso” (creación de futuros paralelos) contra una de futuro simple.

“Looper” parece inscribirse en la “Teoría de la mariposa”, aunque con un giro particular: el viajero del tiempo es alterado por los cambios que hubiera sufrido a partir de variantes introducidas en la vida de su “yo” más joven, tanto física como mentalmente (a nivel de sus recuerdos).

Como verá, es una de esas películas que complican la cabeza de muchos espectadores (y de unos cuantos críticos), por lo que es probable que quienes se marearon con los filmes de Christopher Nolan como “Memento” o “El origen”, o incluso con la más reciente “El vengador del futuro”, se enrosquen definitivamente. Por su parte, los foros rebosan de geeks que fuerzan interpretaciones más alocadas de las esperables.

La trama

La cosa es así: allá por la década del 2070 se inventa (se inventará) el viaje al pasado. Los mafiosos de entonces lo usan de una peculiar manera. Como no pueden deshacerse de los cuerpos de su tiempo, organizan -a través de un enviado- una asociación de ejecutores -en la década de los 2040- que reciben a las víctimas encapuchadas, las matan y las desaparecen. A cambio, con el cuerpo reciben un pack de lingotes de plata.

Pero hay una trampa: los jefes del futuro también se encargan de deshacerse de estos sicarios, así que un día los agarran y los mandan para que su propio yo más joven los elimine. Como nadie levanta la capucha, se enteran porque esta vez los lingotes son de oro: ese día termina su contrato, comienzan a aprovechar esa riqueza para disfrutar los próximos 30 años, hasta que los agarren y los manden de vuelta. Así se cierra el bucle (loop en inglés, por lo que se los llama loopers).

Esto pasa en Kansas en 2044, donde la zona rural de siempre convive con una megalópolis llena de indigentes, linyeras, huérfanos y prostitutas: más o menos como será la cosa si Ben Shalom Bernanke sigue algunos años más al frente de la Reserva Federal y si los republicanos ganan un par de elecciones en el medio, dirían las malas lenguas (en este contexto se explica mejor que alguien quiera dinero fácil a cambio de morir en tres décadas).

Vemos que a un grupo de loopers les está tocando cerrar su círculo, y Joe ve qué pasa cuando a su amigo Seth se le complica la cosa. Hasta que a Joe, uno de ellos (vendido por su madre a unos mendigos, devenido en ratero y “redimido” como looper drogadicto por Abe, el mafioso venido del futuro) le toca enfrentarse con su yo del futuro, que viene liberado, lo reduce y se escapa.

Acá viene el problema: porque vemos la primera versión, en la que Joe se “autoeliminó”, vivió su tiempo y regresó al pasado en modo diferente, alterando el bucle. Su idea es cargarse a la versión bisoña del capomafia del futuro el Rainmaiker (“el que hace llover”), nombre aborigen chamánico que explica “algo”, aquí perdido al ser traducido como “Maestro de la Destrucción”. Mientras tanto, el joven Joe quiere en principio cerrar el círculo y recuperar su vida. Unos números y un mapa los reunirá en una granja de Kansas, como la de Dorothy en “El mago de Oz”, o como la de los Clutter en “A sangre fría”. Allí viven una madre soltera con su hijo, y allí se decidirá el futuro.

El narrador

Rian Johnson, realizador venido del cine independiente, llega a este filme parcialmente gracias a la producción de Joseph Gordon-Levitt, uno de sus protagonistas. Y escribe un guión complejo, bastante bien logrado pero que, como es de esperar, deja algunas inconsistencias (que se pueden explicar por hacer “trampa” moviéndose entre diferentes teorías). Sin quemar mucho la historia: si se cambia el futuro, de dónde viene la “Organización looper”, debería cambiar ésta desde el tiempo en que apareció (pongámosle la década de 2030, por lo menos, por lo que ya este presente sería distinto... y ya no sé en qué teoría estamos).

De todos modos, el relato se sostiene sin fisuras, y logra sostener el suspenso y el crescendo narrativo a pesar del barullo temporal, con un buen recurso de los recursos cinematográficos.

Los rostros

En cuanto al elenco, se lucen Gordon-Levitt y Bruce Willis como los dos Joe, el joven y el viejo. Su parecido físico se acrecienta gracias a que ambos tienen “rostros sin tiempo”: uno parece más grande de lo que es, y el otro está igual hace años. Y ambos actores hacen creíbles las motivaciones de dos que son el mismo pero tienen vivencias distintas.

El resto del elenco está para acompañarlos a ellos: Emily Blunt como la madre soltera redimida Sara, entre tierna y todo lo seductora que debe ser; Noah Segan está muy bien como Kid Blue, el pistolero más patético; el veterano Jeff Daniels compone a Abe casi sin esfuerzo; el niño Pierce Gagnon sorprende con su interpretación de Cid, otro de esos niños que dan miedito porque parecen viejos, en la escuela de la ahora crecida Dakota Fanning. La calificada Piper Perabo apenas puede mostrar su flaca suculencia como la prostituta Suzie, pero eso no es poco. Paul Dano como Seth, Summer Qing como la esposa del viejo Joe y Tracie Thoms (“la negrita de ‘Cold Case’”, para el telespectador) como la mesera Beatrix completan la alineación.

Así se cierra otro círculo: una película que es redonda cuando comienzan a pasar los créditos, pero que abre el debate y las dudas después, que gusta en el momento y crece al discutirla con amigos o desconocidos. ¿Qué más puede pedir una película?