Londres bajo fuego

Crítica de Regina Fallangi - Cine & Medios

A Trump le va agustar.

La secuela de "Ataque a la Casa Blanca" vuelve a traer al personaje de Mike Banning (Gerard Butler) como el agente secreto todo terreno, capaz de cuidarle las espaldas al presidente Benjamin Asher (Aaron Eckhart) en cualquier circunstancia.
Todo comienza cuando muere el primer ministro inglés, y todos los líderes mundiales deben concurrir a su funeral apenas 24 horas despues del suceso, lo que no le da al servicio secreto el tiempo suficiente para planear un buen dispositivo de seguridad, y sucede lo esperable. Un ataque por agua, tierra y aire, donde cada policía es en realidad un terrorista encubierto -que por supuesto lleva un turbante en la cabeza- y la ciudad de Londres se convierte en una trampa mortal para el presidente y sus guardaespaldas, quienes deben recurrir a todo su ingenio, fuerza y astucia para lograr salir con vida de allí.
La acción comienza en el minuto uno y no para nunca, los enemigos salen hasta de abajo de las piedras, y las persecuciones son monumentales, por lo que el filme resulta entretenido a pesar de lo irreal de algunas situaciones, lo que no molesta, porque ese es el tono del relato.
Lo que sí resulta gracioso es el americanismo extremo, y el blanqueado mensaje que dan entre piñas, donde dicen a los gritos que todos los odian y los envidian porque son ciudadanos del mejor país del mundo, y que nadie podrá con ellos.
Ya sin la dirección de Antoine Fuqua -que probablemente no haya encontrado el guión lo suficientemente interesante- la franquicia continua en manos de Babak Najafi, un director de origen iraní, qué paradoja.
Técnicamente el filme es correcto, las escenas de acción están bien filmadas, el entretenimiento es consistente, y el CGI un tanto excesivo.
Butler y Eckhart, cumplen con las escenas de acción, y sostienen con bastante dignidad sus diálogos correctos y patrióticos. El resto del elenco cumple con lo suyo, y Morgan Freeman siempre se destaca, hasta en el más rídiculo de los filmes.
Aprovechando el éxito de la película anterior, y con la misma fórmula, han construido un filme con mucha acción, algo de humor -no del mejor- y mucho entretenimiento.
Si dejamos de lado el mensaje republicano digno de Reagan y Trump, la propuesta resulta en un efectivo entretenimiento comercial. Hay que apagar el cerebro, eso sí.