Londres bajo fuego

Crítica de María Inés Di Cicco - La Nueva Provincia

Otra típica patriada yanqui por el mundo

Secuela de "Ataque a la Casa Blanca", "Londres bajo fuego" traslada al héroe imbatible a una misión similar.

Un parafraseo al popular "más tonto que alemán de película" se podría acuñar con cada nueva producción de hiperacción estadounidense, ajustando el gentilicio según el enemigo y/o escenario del mundo a visitar por los siempre infalibles muchachos del norte.

Para el caso de Londres fajo fuego, habría que utilizar el adjetivo "inglés", no porque sea éste el adversario de turno, sino porque tratándose de una de las grandes potencias del mundo, Gran Bretaña parece incapaz de reaccionar en esta historia a un ataque masivo que termina con cinco primeros mandatarios y varios de los edificios emblemáticos de su capital en pocos minutos.

Eso sí, cuando el presidente de los Estados Unidos (Aaron Eckhart) acude al mismo escenario para el funeral del Primer Ministro británico y su integridad y buen nombre peligran, la revancha --de iraníes y paquistaníes, aunque no importa demasiado-- está asegurada. Porque allí estarán el guardaespaldas más valiente de la Tierra (Gerard Butler) en comunicación a distancia con el vicepresidente más perspicaz y parecido al mismísimo Dios (Morgan Freeman), actuando en la tierra del MI6 como en el living de casa.

Londres bajo fuego es continuación de Ataque a la Casa Blanca (2013) y no varía demasiado en la temática ni parece buscarlo. Así, el único resultado posible y comprobable, es brindar una hora y media de pseudo-entretenimiento en base a explosiones y corridas demenciales.

La verosimilitud de la historia ni se plantea. Tampoco el hartazgo que produce otra típica patriada yankee por el mundo, porque "a aquellos que amenacen la libertad, los Estados Unidos le responderán", valga la pancarta.