Londres bajo fuego

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

La película del iraní Babak Najafi sigue la fórmula de acción violenta y mecánica para mostrar otro episodio de la guerra interminable entre las democracias occidentales y el terrorismo.

El Primer Ministro británico ha muerto. Se imponen exequias a tono con el rango y la red de aliados en el mundo. A partir de ese hecho, la película del iraní Babak Najafi, Londres bajo fuego, inicia otro episodio de la guerra interminable entre las democracias occidentales y el terrorista, fabricante de armas, en la ficción un tal Barkawi, con cuartel general en Yemen.

La película de acción permite el lucimiento de Gerard Butler como el custodio del presidente de los Estados Unidos más entrenado en táctica y lucha militar.

El show de Butler va acompañado de estallidos apocalípticos en los lugares icónicos de Londres, un festival de efectos especiales seguido por las cámaras de la Casa Blanca, el M16 y por los mismos agresores que cumplen un plan de venganza sanguinaria. "Profunda y absoluta", califica Barkawi la acción armada. La tecnología ha borrado las fronteras y el terrorista maneja como nadie el factor sorpresa.

La primera parte de la película se desenvuelve como una telecomedia que muestra la estrecha relación entre el presidente (Aaron Eckhart) y el inoxidable agente Mike Banning (Gerard Butler). El buen humor, tan cool, persiste en los peores momentos que el dúo debe enfrentar. También hay ironías en el guion al describir la llegada de cada presidente con su estilo a los funerales del británico.

Luego de la introducción, la película es un solo estallido. La música melodramática y ensordecedora suena casi como un elemento de parodia. El presidente y su custodio son imbatibles contra un ejército de terroristas enceguecidos. Eckhart y Butler funcionan como la dupla que puede seguir unida en una saga tan interminable como la guerra del tercer milenio.

No falta el contexto familiar de Banning, a punto de ser padre primerizo, la relación con su amiga Lynne (Angela Bassett), detalles que rozan el golpe bajo, como la niñita con una flor en la puerta de la catedral, dominados por el doble discurso por el cual hay muertes como pérdidas irreparables, y muertes necesarias. Tampoco falta Morgan Freeman, en el rol del vicepresidente.

Llama la atención que el iraní Babak Najafi no aporte algún matiz a la tipología de los terroristas y se comprometa con una película que sigue la fórmula de la acción violenta y mecánica, con primeros planos de Banning destripando al enemigo.

"Dentro de mil años vamos a seguir aquí", dice Banning, como si repitiera el salmo de una nueva religión, al lugarteniente de Barkawi. Con semejante promesa, no faltarán guiones para cumplirla.