Logan

Crítica de Nazareno Brega - Clarín

Adiós a un mutante, con mensaje político
Hugh Jackman interpreta por última vez al protagonista, en un filme repleto de violencia.

Los tiempos cambiaron para todos en los Estados Unidos, incluso para los superhéroes de Marvel. Pocos sobrevivieron en el futuro cercano que plantea Logan, tercera y última aventura en solitario de Hugh Jackman como Wolverine, tras X-Men Orígenes y Wolverine: Inmortal, y la décima aparición en pantalla del mutante más importante de los X-Men. La cercanía de la muerte sitúa al filme en un terreno oscuro y desesperanzador: Wolverine es aquí un veterano borrachín con problemas a la hora de mostrar las garras o autocurarse.

Y él está mucho mejor que el Profesor X, que sufre una enfermedad cerebral degenerativa y pasa sus días -al cuidado del patilludo- aislado en la frontera de México. La saga X-Men siempre ahondó en metáforas políticas y aquellos derechos civiles de la comunidad gay referidos en las primeras películas hoy le hacen lugar a los inmigrantes ilegales, tema ineludible para Hollywood en tiempos del muro de Trump. Las referencias a Terminator 2, Mad Max o Niños del hombre le quedan servidas al tono apocalíptico apelado por James Magnold. El director le escapa al pesimismo de su protagonista recurriendo al viejo truco de ponerlo a cuidar a una nenita que, ¡oh, casualidad!, tiene sus mismos poderes y escapa del gobierno que pretende usarla como arma.

Ella conseguirá que el más salvaje y primitivo de los mutantes reflote algunos valores de la vida ahogados en la desesperanza. El cineasta insinuaba que iba a centrarse en ese costado más humano de su protagonista ya desde el título. El problema de Logan está en las dos horas y pico de duración, que transmiten un ritmo cansino como la marcha de su ya veterano protagonista. Y encima Magnold tiene el tic de repetir los guiños al cómic y al western, como para fijar conceptos hasta en este Charles Xavier con demencia senil. Las tradicionales patillas de Wolverine se despidieron de la pantalla en una película adulta llena de tristeza, pero el desconsuelo se compensa con cierto optimismo por una nueva generación con garras retráctiles.