Logan

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

La nueva y última película de Wolverine –el clásico personaje de los “X-Men” encarnado por Hugh Jackman– es una suerte de western futurista muy distinto a casi todo lo que se ve en el género de superhéroes. Película de acción, thriller violento y drama familiar, “Logan” tal vez sea la mejor película de este subgénero desde los tiempos del “Batman”, de Christopher Nolan.

El cine de superhéroes en general –y en especial el que viene produciendo Marvel Studios– parece clavado en una fórmula casi inamovible más allá de ciertas variaciones de tono. El arribo masivo de los superhéroes de DC tampoco parece haber logrado cambiar nada: más serios y circunspectos que sus colegas de Marvel, las películas son exitosas, sí, pero destrozadas por la crítica y hasta por muchos de los fans del género, al punto que las de Marvel se han revalorizdo a la vista de muchos tras la aparición de las nuevas versiones de Batman, Superman y compañía.

El caso más raro, sin embargo, es el de los personajes de Marvel que maneja Fox. No contaremos aquí la saga complicadísima de los derechos para cine de los personajes de la empresa pero se puede resumir en que las líneas X-MEN y LOS CUATRO FANTASTICOS las maneja Fox y no están relacionada directamente con el combo Marvel Studios/Disney que controla Kevin Feige y cuya brco insignia es THE AVENGERS, con todas sus fases y conexiones. Este detalle industrial puede parecer menor, pero no lo es: las películas de Marvel que hace Fox corren por otro camino de producción, es otra la gente que está detrás de escena.

Eso no siempre les ha funcionado bien. Las tres primeras X-MEN fueron bien recibidas pero las distintas y confusas secuelas de nuevas generaciones y cruces entre ambas fueron más problemáticas. Algo similar pasó con las dos primeras películas “solistas” de WOLVERINE: funcionaban comercialmente más o menos bien pero no convencían a casi nadie. Y ni hablar de los constantes pifies con cada intento de hacer algo con LOS CUATRO FANTASTICOS. Pero algo parece estar cambiando allí y el primer llamado de atención fue DEADPOOL, un enorme éxito de crítica y público basado en un personaje menor y paralelo de la saga X-MEN. Y ahora sucede lo mismo con LOGAN, acaso la mejor película de superhéroes desde BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE. Ambas son muy distintas pero tienen algo en común: no responden a las fórmulas establecidas por Marvel Studios y a las apenas alteradas (menos humor, menos luz, menos ritmo, menos todo) por la nueva tanda de películas de DC. Y ambas juegan con la autoreferencialidad y son calificadas, al menos en Estados Unidos, como “R” (para mayores de 17 años), lo que les da mayor libertad para tratar temas y proponer personajes más complejos.

LOGAN es el ejemplo más claro de todo esto. Es una película que, de no ser por un par de extensas y, al menos una de ellas, innecesaria reproducción de los modelos “batalla interminable” del subgénero (nunca entenderé porqué mandan a decenas de personas con armas a matar a Wolverine cuando es obvio que no le hacen demasiado efecto) se aleja de casi todos los formatos que hicieron furor y taquilla –pero generaron también cierto agotamiento– en la última década. LOGAN es un western, casi de manual. De no ser por los elementos sobrenaturales es uno de esos recorridos del tipo bíblico que los westerns han sabido narrar por décadas, con personajes atravesando amplios territorios para llegar a una tierra prometida acechados por todo tipo de peligros.

La película cita muy directamente a SHANE – EL DESCONOCIDO (1953) ya que parte de su trama está claramente ligada a la de aquel filme de George Stevens, uno que inicia un período de pérdida de la inocencia en el western. En aquella película es central la relación entre el pistolero que encarna Alan Ladd y un niño, interpretado por Brandon de Wilde. En LOGAN, pasa algo similar. Corre el año 2029 y Logan está viejo y bastante arruinado. Alcohólico y violento (la primera escena lo muestra masacrando con saña a un montón de chicanos) parece completamente abandonado y se dedica a manejar una limousine que lleva a gente a eventos y fiestas en el límite entre Estados Unidos y México, en Texas. Pero pronto vemos que, con la ayuda de otro mutante (Caliban, quien puede rastrear mutantes pero no tolera la luz del sol), cuidan al todavía vivo pero ya muy deteriorado Profesor X (Patrick Stewart). Parecen ser los últimos mutantes vivos, ya que se asegura que no ha nacido ninguno más en los últimos 25 años.

Pero a Logan lo busca una mujer mexicana y también un peligroso personaje que conoce su verdadera identidad. Ambos están buscando a una niña (Laura) que, al parecer tiene también poderes como ya hace mucho no se veían. Imagino que los fans de la saga y de los comics sabrán de qué se trata, pero como la película es bastante independiente del “universo” X-MEN no diré mucho más acá. Lo único cierto es que Logan, Xavier y la niña deberán huir desde México a Canadá en un metafórico y políticamente relevante viaje (mutantes teniendo que atravesar un país lleno de peligros para llegar a un posible Paraiso) mientras son perseguidos por esta siniestra empresa (tal vez la parte más convencional de la película) con sus malévolos planes previos y futuros.

El viaje principal es uno emocional y tiene que ver con ese Logan que pasa de querer autodestruirse –o, a lo sumo, tratar de que Xavier no enloquezca o muera– a tener que hacerse cargo de transportar a esta niña, cuyos poderes son claramente parecidos a los suyos, en un viaje lleno de peligros y persecuciones que a esta altura de su vida ya deseaba olvidar. Es una historia que hemos visto varias veces en el cine, es cierto (el hombre mayor cínico despabilado de su estado cínico o zombie por un niño/niña), pero que dentro del género de superhéroes se vuelve toda una novedad. A tal punto el director James Mangold respeta las reglas del western y tiene en claro cuál es el tema de su película que, en un relato ya de por sí bastante largo, dedica unos buenos 20 minutos a una secuencia en la que el trío en fuga se topa con una familia de granjeros amenazados, que bien podría pertenecer a una película de los años ’50. Hasta que, claro, llegan los supervillanos y se complica todo.

La mezcla entre western oscuro, crepuscular, violento y crudo se choca por momentos con la espectacularidad un poco más tradicional del subgénero de superhéroes. Pero la operación de Mangold funciona de todos modos en dos niveles. Por un lado, aún en esas peleas, deja en claro que la violencia ejercida es devastadora. A los chicos que se acostumbraron a ver en películas de Marvel y DC ciudades enteras destruidas sin que se vea una gota de sangre, LOGAN les parecerá directamente una película gore. Las peleas generan heridas más que gráficas y muertes bastante cruentas para el standard del género. El otro elemento está en la relación entre la realidad y la fantasía. En LOGAN aparecen los cómics de X-MEN como parte de la trama y el personaje (intrerpretado por Hugh Jackman con mucha más pasión y oscuridad que otras veces) no hace más que tratar de aclarar a los que creen lo que leen ahí que las cosas en la vida real son muy diferentes, que esas son versiones infantilizadas (pequeño golpe a los Marvel vecinos) de lo que realmente les pasa a los superhéroes.

Pero LOGAN, a diferencia de DEADPOOL, no apunta con todo a la deconstrucción. Usa esa dualidad entre “realidad” y fantasía para armar un interesante juego de similitudes y diferencias y terminar, en cierto modo, homenajeando al género de la mejor manera posible, poniéndole algo que casi ninguna de las otras películas tienen: genuina emoción. Sí, LOGAN es una película conmovedora que hará llorar a más de uno y también un western futurista con escenas de acción y efectos de última generación. Esa mezcla, que parece casi imposible, se produce en un filme que sin dudas será, de aquí en adelante, la vara a superar en lo que respecta a lo que se puede hacer con el subgénero superhéroes sin necesariamente entrar en la parodia/deconstrucción (GUARDIANES DE LA GALAXIA/DEADPOOL). De su éxito económico dependerá, seguramente, que este tipo de películas sean mejores –más complejas, emotivas, con personajes más ricos– en el futuro. De no serlo, no nos quedará más que resignarnos a ver “multiuniversos” hipercomplicados con superestrellas haciendo bromas malas y con planetas chocando entre sí una y otra vez hasta el fin de los tiempos. Vean LOGAN. Denle al género la posibilidad de recargar las baterías y, si la lección es aprendida, de empezar de nuevo.