Locos sueltos en el zoo

Crítica de Emiliano Basile - EscribiendoCine

No me gusta el Zoo

El zoológico es un lugar del pasado, corresponde a un mundo ya inexistente. Tener animales encerrados para ser vistos por los ciudadanos con fines recreativos, carece de sentido en el presente. Algo similar ocurre con la película Locos sueltos en el ZOO (2015), que sigue una idea primitiva de realización cinematográfica sin ninguna razón de ser en la actualidad.

Chistes básicos, personajes ultra estereotipados y una concepción de mundo retrógrada, funcionó hace un tiempo (durante la dictadura militar y los primeros años de democracia) pero alguien debería decirles a los productores que la sociedad cambió, y el cine –gracias a Dios- también.

La película busca reproducir el género de "película familiar con animalitos que hablan". A las especies del zoológico de la Ciudad de Buenos Aires se le suman las especies de la más burda televisión argentina: Marley, Fabián Gianola, Gladys Florimonte, Matías Alé (los que más zafan), Nazareno Mottola, Pachu Peña, Karina Jelinek, Luciana Salazar, Emilio Disi y Alberto Fernández de Rosa, entre otros. Los viejos son buenos (reyes), las mujeres estúpidas (princesas) y los hombres se dividen entre galanes (príncipes) y chistosos (bufones). En ese ambiente que reafirma estándares sociales de antaño, quien estudie la evolución de las especies tardará en encontrar al Homo Sapiens.

Los animales así como los niños siempre expresan ternura en el cine siendo un caballito de batalla al cual apelar como recurso emotivo. Locos sueltos en el ZOO empieza con planos de los mismos hasta detenerse en el gorila “pipo”, un tipo burdamente disfrazado en una jaula, cuyo plano cercano evidencia un innecesario decorado de cartón. Cualquier construcción de verosímil infantil, se torna sinónimo de tratar al niño como idiota. Hecho que se reitera en todo el film.

El otro problema clave en las producciones de Argentina Sono Film (entiéndase Luis A. Scalella y Carlos L. Mentasti, nieto de Don Ángel fundador de la empresa allá por la época de oro del cine nacional) es la falta de una historia. No se trata jamás de narrar un cuento al estilo El guardián del zoológico (The Zookeeper, 2011), por nombrar un producto similar al menos en los papeles, sino de buscar la forma de encadenar un chiste tonto tras otro. Ahora, cuando ninguno de los chistes causa gracia estamos en dificultades.

En definitiva, vacía de historia, de contenido, de mensaje, Locos sueltos en el ZOO es una película que si intentaba ayudar a promover el Zoológico de la Ciudad de Buenos Aires termina por darle el batacazo final. Sobre el final aparece un videoclip con la pegadiza canción de la película con su letra pop de subtítulo. Como diría Micky Vainilla, el neofascista personaje de Diego Capusotto: “Es sólo pop, para divertirse”. Y ni siquiera.