Locos por los votos

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Escatológica lucha por el poder

“Locos por los votos” es una sátira sobre los políticos estadounidenses y sus artimañas para ganar elecciones y posicionarse en el poder el mayor tiempo posible, con el único fin de pasarla bien y ganar dinero.

Cam Brady (Will Ferrell), del partido conservador, quiere renovar su mandato como congresista, pero un error grosero en su campaña pone en riesgo el proyecto.

Los financistas de Cam, los magnates y hermanos Motch (John Lithgow y Dan Aykroyd), deciden buscar un candidato para hacerle la oposición interna, con el fin de remontar la mala imagen del partido a causa del desliz del político.

Así entra en la escena partidaria Marty Huggins (Zach Galifianakis), un personaje que se mueve en las antípodas del ambiente de su, ahora, adversario. Marty es un regordete ingenuo, algo afeminado, discreto padre de familia y modesto agente turístico de su pueblo, en Carolina de Norte. Con el impulso de su padre (Brian Cox), un viejo y típico republicano, a quien los hermanos Motch convencieron para que apoye esta iniciativa, Marty acepta, sólo para no defraudarlo.

Los comienzos no serán fáciles para el inexperto recién llegado, sus rivales tratarán de descuartizarlo y despellejarlo apenas pise el primer acto de campaña. Sin embargo, con la ayuda de un asesor de imagen (Dylan McDermott), irá remontando posiciones en la opinión pública.

La película, al más puro estilo de las comedias norteamericanas, se concentra en la lucha entre los dos rivales por conseguir el apoyo de los votantes, lo cual los obliga a estar pendientes de la imagen que deben “vender” a través de los medios de comunicación. En esa contienda apelarán a todo tipo de trucos y trapisondas, sin reparar en escrúpulos, con lo que el mal gusto y los golpes bajos abundan, de un lado y del otro.

El guión explota los tips de los valores republicanos, como la sensiblería familiar, la mojigatería religiosa, el uso de armas, el desprecio a los inmigrantes, la búsqueda del lucro a cualquier precio, el abuso sexual si es necesario, entre otras lindezas, siempre y cuando ayuden a ganar votos. Votos que tienen como único objetivo conseguir un lugar en el Congreso con el fin de habilitar leyes que permitan seguir haciendo negocios. Negocios que van a beneficiar a unos pocos y que tal vez impliquen traicionar los mismos principios en los que basaron su acceso al escaño.

La ridiculez

La comedia satírica dirigida por Jay Roach pone en ridículo a los políticos, a los intereses que hay detrás de sus candidaturas, a los medios de comunicación que andan detrás de ellos y al público que se hace eco de sus mensajes y después los vota. En fin, a todo el sistema del país que hace de la libertad y de la democracia sus grandes marcas de origen, valores con los que pretende imponerse en el resto del mundo.

“Locos por los votos” es una muestra más de esa característica también propia de los norteamericanos a través de la cual gustan de parodiarse a ellos mismos y poner al desnudo sus más oscuras fallas y debilidades. Si simpatiza con este tipo de entretenimientos livianos, quizás disfrute de esta película, de lo contrario, tal vez se aburra.