Locos por los votos

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

“Locos por los votos”, tal es el título de esta producción que originalmente se denomina "La Campaña". En ambos casos se aplican para poder explicar una parte de la comedia americana que se nutre más de la televisión que del cine, ya que se inscribe dentro de un tipo de humor irreverente, autocrítico, hasta contestatario presente desde hace muchos años en ciclos como “Saturday night live” (SNL), el grupo de National Lampoon y la revista “Mad”, que vendría a ser como aquellas gloriosas publicaciones vernáculas como “Satiricón” y “Humor”. Todas fuentes también generadoras del “Stand Up”, ese tipo de humor cuya virtud principal es tener una aguda visión de la realidad cotidiana. De toda esta época salieron verdaderos talentos como Chevy Chase, Martin Short, Steve Martin y Bill Murria, entre tantos otros, y otras grandes del humor yanqui.

En todo este contexto es donde encontramos la crítica voraz a la política y a sus ejecutores, presente en esta producción. La historia es simple. Cam Brady (Will Ferrell) es congresista por Dakota del Norte y jamás tuvo rival en su distrito. Esto lo convierte en corrupto por definición, basado en el hecho de ser un hombre ignorante de los problemas que aquejan a quienes representa. Es torpe, malhablado, cínico y todo lo que usted quiera endilgarle a un político de cualquier lugar del mundo, que cuenta con la anuencia de una clase votante aún peor que él. Sin embargo ahí está. Gozando del poder que le da la gente. Pero esta vez sus gestos son tan evidentes que el dúo millonario detrás de su figura decide financiar a otro títere que lo reemplace. Y lo hace sin importar quién es, ni mucho menos si es por el partido opositor. Se trata de Marty (Zack Galifianakis), de buen corazón pero con cero pasta de político. Ambos personajes son dibujados como la gran contradicción del sueño americano.

El espectador asistirá a un sin fin de actos políticos donde la demagogia prima por sobre todas las cosas a la hora de la encarnizada lucha por llegar a ser elegido y, en ese camino, también se podrá ver reflejado en la propia falta de ideas a las cuales seguir en el cuarto oscuro (en este sentido el humor político es absolutamente universal)

“Locos por los votos” funciona entonces como una seguidilla de gags sobre los políticos y la maquinaria financiera detrás de ellos. Los dos cómicos en cuestión están ayudados por un buen elenco donde se destacan también Dan Aykroyd y John Lithgow.

Desde el punto de vista de la realización, no hay más que ver algunos antecedentes como “De mendigo a millonario” (1983) o “Gracias por fumar” (2006), salvando las grandes distancias. Sólo que ninguno de estos dos ejemplos incurren en el error de concepto de esta película. Una vez establecida la crítica ácida (no al sistema, sino a quienes lo ponen en práctica) el director reconcilia, perdona y redime a sus personajes en un acto que bien podría ser una dosis de su propia medicina. El confundido, como siempre, es el espectador (o el votante, como usted lo prefiera).

De todos modos, esto es una comedia y como tal tiene con qué entretener más allá del discurso.