Locos por las nueces

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Con el estreno de “Locos por las nueces” le damos la bienvenida (en la Argentina) a una joven productora llamada Toonbox Entertaintment. Una de las tantas compañías dedicadas a los dibujos animados que trata desde 2010 de tener un lugar en la industria del entretenimiento para chicos. Empezaron con dos series desconocidas aquí: “Bolt & Slip”, sobre dos autómatas, con una estética parecida a la de “Robots” (2005) de la Blue Sky Studios, y “The Beet Party”, cortos sobre un conjunto de variedades de remolachas que culminan siempre con una coreo de beats de música-dance.

El primer largometraje también tiene un juego de palabras en su título original “The nut Job”. Por un lado refiere a un trabajo de locos (por lo difícil y arduo) que en la jerga de los ladrones sería como el “trabajito” de la nuez (por ponerle nombre a un robo planificado). Esta ambigüedad está planteada en el guión a partir de dos grupos. El principal conformado por animales que habitan en una gran plaza en una gran ciudad. Surly (Will Arnett –doblaje de Daniel del Roble-) una ardilla solitaria, autosuficiente, renuente a compartir comida, egoísta y por carácter transitivo individualista. Escaso de virtudes, se la pasa pensando cómo conseguir comida pese al pedido insistente de todos: Grayson (Brendan Fraser –doblaje de José Gilberto Vilchis-), una especie de héroe sobrevalorado, Andie (Katherine Heigl –doblaje de Mireya Mendoza-), la hembra algo ingenua pero decidida a conseguir sustento para todos, y Mapache (Liam Neeson –doblaje de Rubén Moya-), el jefe de la comunidad quien se ve algo sospechoso. El otro grupo es una banda de ladrones que están planeando el robo a un banco haciendo un boquete desde un negocio de nueces y frutas secas.

La conexión entre estos dos escenarios se dará por el destierro de Surly a partir del incendio del gran roble, provocado por su exceso de codicia frente al contenido de un carrito de dulces que termina explotando. Por supuesto que al ver las bolsas repletas de comida los animales sacarán a relucir sus defectos y sus virtudes. Los guionistas Lorne Cameron, Peter Lepeniotis, sobre una historia de Daniel Woo, toman el robo como subtrama para llegar a su moraleja alrededor del individualismo y sus consecuencias.

Una propuesta que se agradece en función de un entretenimiento con buen contenido. Por su parte el director Peter Lepeniots tiene un buen manejo de la narración y un aceptable diseño de personajes, algunos más interesantes que otros (Buddy, el ratón mudo muy parecido al de Ratatouille o El Topo). Al estar basada y ser una extensión de un cortometraje del mismo realizador, algunas escenas se estiran provocando mayor previsibilidad (poco aconsejable para el público adulto), pero se compensan con efectos de comedia de buen timing. En definitiva, la historia cierra.

“Locos por las nueces” cumple su objetivo y deja, desde el punto de vista técnico y visual, un lugar para prestar atención a los próximos proyectos del estudio. Desde la originalidad, no tanto: se viene la segunda en 2016.