Loco y estúpido amor

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

Un montón de gente haciendo estupideces

John Requa y Glenn Ficarra, guionistas de la maravillosa Un santa no tan santo, sorprendieron el año pasado en su debut en la dirección con la huracanada Una pareja despareja (I love you Phillip Morris), en la que Jim Carrey e Ewan McGregor se veían inmersos en una historia de amor gay carcelario y estafas basada en hechos reales, pero tan artificiosa y desprejuiciada que avanzaba de forma totalmente desconcertante para el espectador. Era una película mamushka, que tenía dentro de sí otras capas y capas de textualidad: era primero la historia de un estafador, pero luego la de ese estafador enamorado de su compañero de celda, pero luego una de fugas, pero luego una de enfermedades incurables, pero luego una comedia de enredos, y luego otra cosa, y luego otra. Lo único firme que había en este relato serpenteante era el amor por unos personajes imposibles, a pesar de muchas veces recurrir a clichés prejuiciosos, que en definitiva no eran otra cosa que una manera de contar esa historia o de burlarse efectivamente de esos prejuicios. Lo sorprendente de la película era que a pesar de todas las subtramas y tonos a los que recurría, la narración se centraba casi exclusivamente en el estafador que interpretaba Carrey y en el Phillip Morris de McGregor. Obviamente la película tuvo problemas de distribución, convirtiéndose más en una propuesta de culto que en un film reconocido popularmente. No obstante, ponía en el tapete a Requa y Ficarra como dos realizadores a seguir.

Ni lento ni perezoso, Hollywood les tuvo velozmente otra propuesta a los directores, esta vez con guión de Don Fogelman (el mismo de Enredados) y con un elenco de excepción: Steve Carell, Ryan Gosling, Julianne Moore, Emma Stone, Marisa Tomei, John Carroll Lynch. Pero Loco y estúpido amor -que de ella se trata- tiene otra particularidad: su historia es más convencional, menos provocadora y mucho más estructurada en el marco de lo que debe ser una comedia romántica de rematrimonio. Los personajes centrales (Carrell y Moore) son un matrimonio que después de varios años se divorcian: en realidad, ella desea patear el tablero mientras él se tiene que hacer cargo de una situación impensada y que no desea. A partir de allí se abre el juego hacia una serie de personajes, ya que el relato es más bien coral: un mujeriego que se las sabe todas para seducir mujeres (Gosling); una joven estudiante de leyes que decide dejar un poco su vida social y apuntar la mira a su carrera (Stone); la niñera del matrimonio en crisis que está enamorada de Carell; y los dos hijos del matrimonio, especialmente el niño, que está enamorado explícitamente de la niñera. Pero hay más, aunque de segundo orden dentro del relato. Este panorama de personajes y personalidades sirven a Requa y Ficarra para variar su mirada sobre el amor, las relaciones, y los vínculos familiares, laborales, o de amistad. Pero especialmente el amor será puesto en crisis: ¿qué es? ¿Cómo nos afecta? ¿Qué nos hace hacer? ¿En qué nos convierte su presencia, su ausencia o su deseo? De ahí, que se pase a lo “estúpido” del título. Porque, básicamente, Loco y estúpido amor puede ser definida como un montón de gente haciendo estupideces.

Si Loco y estúpido amor es un poco más que la media de las comedias románticas que llegan habitualmente, es por un lado gracias a dos directores que tienen la suficiente sutileza de jugar siempre por los bordes de lo que suelen ser estas películas: una sucesión de planos de pies pone en evidencia el deseo de las parejas; una discusión sobre el divorcio termina con alguien arrojándose de un auto en movimiento; las escenas de amor detienen su atención tanto en lo femenino como en lo masculino: la extensa secuencia que comparten Gosling y Stone logra capturar el preciso instante en que dos personas conectan muy especialmente; el amor puede llevar a actitudes contradictorias, sofisticadas, pueriles, conservadoras, arriesgadas, estructuradas, desesperadas. Esa variedad de definiciones es y no es gracias al registro coral, sino más bien una forma de la mirada de los realizadores que permite esa multiplicidad sin demagogia. Pero, también, el éxito de la premisa está dado en la elección de un elenco inmejorable: Carell es ya el Jack Lemmon de su generación, demostrando como pocos el patetismo del hombre común de clase media; Gosling abandona su habitual pose intensa y se muestra gracioso, ligero, agradable y divertido; Moore porta como siempre su hieratismo, pero con sensibilidad y cierta honestidad. Como sus personajes, la película busca, husmea, se sorprende con lo que va pasando a cada rato. Y al igual que en Una pareja despareja, aunque en esta ocasión con múltiples personajes, en Loco y estúpido amor los directores vuelven a segmentar la narración, mezclando todas las piezas: por momentos es una buddy movie, por ratos una comedia adolescente, por otros el drama de un matrimonio en crisis, también una mirada satírica sobre la clase media conservadora norteamericana y el sexo (lo que intentaba sin suerte y pretensión Belleza americana), tensando cada una de estas partes hasta arribar a una hilarante escena donde todos los conflictos estallan a la vez. Es cierto que esta vez el experimento no resulta tan redondo como en Una pareja despareja, especialmente porque no todos los personajes tienen el mismo interés y, sobre todo, porque lo que antes era una forma ahora es un medio para justificar el desenlace, que tiene más de enseñanza moral que de comedia desenfadada. Loco y estúpido amor, en última instancia, es una comedia de rematrimonio, y no termina de adecuar el subgénero al presente, volviéndose un poco conservadora y edificante, buscando la risa y la lágrima de manera un poco desfachatada. Es cierto que a Steve Carell uno le pone un pedazo de mármol al lado, y el tipo le termina sacando lustre. Pero también es cierto que luego de una primera hora estupenda, el final de Loco y estúpido amor no está a la altura. De todos modos es una comedia divertida y con varios momentos de una honestidad sobre las relaciones que desarma y deja pensando en lo que somos y en lo que somos cuando estamos con los otros.