Loco y estúpido amor

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Un marido que busca su destino

Nada le falta a este occidental, cristiano, mediana edad, llamado Carl, para plantarse firmemente ante la vida. Una atractiva esposa a la que ama, dos buenos chicos, una casa cómoda y un buen trabajo en el ámbito del seguro. Por eso, el sorpresivo pedido de divorcio de su mujer, lo deja al borde del abismo.

Una relación de más de quince años, la desaparición de esa sensación de triunfo de haber conquistado a la chica de sus sueños en la secundaria. Todo se fue al pozo. Y para colmo, el divorcio ya tiene un reemplazante potencial, David Linhager, compañero de trabajo de su mujer.

EL CONSEJERO

Qué puede hacer este marido engañado, sino contar día tras día en algún bar lo que le pasa, sin esperar que nadie lo oiga ni le conteste en lugares donde el ruido y la diversión hacen que una confesión suene a nada. Y sin embargo alguien lo escucha.

Es Jacob Palmer, un buen mozo, bien acompañado, vestido a la moda, que quizás recuerda alguna experiencia similar o que ve mortificada la masculinidad de un congénere. Así, en lo primero que piensa Palmer es en la apariencia física exterior de este hombre en crisis, un poco descuidada por años de rutina y comodidad. Y el primer paso será la ropa nueva, después vendrán las clases para conquistar mujeres. Y sí, la vida del "desafortunado Carl" cambiará y uno de sus hijos, el inteligente Robbie, también tendrá mucho que ver en la transición.

VER Y OIR

La película tiene una buena construcción, ciertas subtramas más o menos obvias y un comienzo, los veinte o veinticinco minutos iniciales, en los que "Loco y estúpido amor" se convertirá en una comedia dramática inteligente, con fluidos conceptos sobre las relaciones afectivas, la vida familiar, la relación con los hijos. Pero de a poco todo se transforma, gira hacia lo convencional, lo que estamos acostumbrados a ver y oír.

La película interpretada y producida por Steve Carrell se transforma en, simplemente, una película simpática, elegante, despreocupada con "happy end" que guste a todos. Lo que se esperaba no se concreta y todo se vuelve sencillo, superficial, ya visto. Eso sí, con muy buen ritmo y actores de primer nivel. Es como que a mitad de camino los productores se hubieran arrepentido de lo profunda que iba a ser la historia, abarajaran y volvieran a dar. El resultado es una película atractiva, que pudo ser algo más, con un Steve Carrell bien en su papel, mejor aún Ryan Gosling, una eficiente Julianne Moore, Marisa Tomei en un cómico papel y un nuevo actor pre-adolescente que puede ser interesante seguir, Jonah Bobo.