Loco y estúpido amor

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Guionistas de revulsivas sátiras como Un santa no tan santo , Glenn Ficarra y John Requa debutaron en la dirección hace dos años con la no menos audaz Una pareja despareja . Por suerte, buena parte de ese desparpajo subsiste en Loco y estúpido amor , comedia familiar de estructura coral y retrato intergeneracional de gran presupuesto para la que contaron con una historia que esta vez no les pertenece (el autor es Dan Fogelman, responsable de la saga de Cars y de Enredados ) y con uno de los mejores elencos jamás reunidos para un exponente de este género.

Los protagonistas son Cal (Steve Carell) y Emily (Julianne Moore), un matrimonio que lleva casi 25 años juntos hasta que ella, en medio de una cena en un restaurante, le propone que se separen y hasta le confiesa una infidelidad con un compañero de trabajo (Kevin Bacon).

Tras esa primera secuencia, la película se dispara hacia múltiples (quizá demasiados) personajes y subtramas. El cuarentón Cal -convertido en un alma en pena- empezará a recibir consejos por parte de un joven Don Juan (Ryan Gosling) que concurre todas las noches al mismo bar que él, tendrá un romance fugaz con una maestra (Marisa Tomei), mientras intenta sostener como puede la relación con su conflictuado (y enamorado) hijo de 13 años (Jonah Bobo). La cosa se complica aún más porque hay en la propuesta más de un romance juvenil, con la ascendente Emma Stone como principal referente.

En principio, el film apuesta por una negrura y una acidez poco habituales (más cerca del espíritu del cine independiente norteamericano o de algunos proyectos de Judd Apatow que de la producción mainstream ). Sin embargo, conforme avanzan las distintas historias, la narración va adoptando un tono más sentimental, concesivo, demagógico y tranquilizador, más acorde con lo que la comedia familiar hollywoodense nos tiene acostumbrados.

De todas formas, hay en Loco y estúpido amor buenas dosis de inteligencia, diálogos punzantes y aportes actorales de primerísimo nivel. Con eso le alcanza (y le sobra) a este film de la dupla Ficarra-Requa para disimular algunas carencias o ciertos lugares comunes a la hora de resolver los conflictos y ubicarse, así, bastante por encima de la media de la producción que suelen ofrecer los grandes estudios.