Loca alegría

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Me quieren volver loca

El director Paolo Virzi, que se hiciera conocido en estas playas por “La prima cosa bella” (2010) o “El capital humano” (2013), nos enfrenta en esta oportunidad a un texto que a primera vista es una comedia, pero que en realidad encierra en su esencia un drama cotidiano.
Para ello utiliza infinidad de recursos narrativos, los que van envolviendo como capas de cebolla el núcleo central del conflicto. De manera inversa a las propuestas clásicas en las que se van despegando esas capas. Digamos, nada es lo que parece.
Tal es así que uno de los primeros fallidos se encuentra en la presentación publicitaria grafica del filme, se puede leer la frase “La “Thelma y Louise Italiana”. Es real, existe esa relación, pero sólo en forma de homenaje visual. Después de una secuencia que transcurre en un set de filmación. “la vida imita al arte”, diría Oscar Wilde, no se rinde al filme de 1992 dirigido por Ridley Scott.
Pero en la comparación ambas quedarían devastadas, denigradas, minimizadas si se quiere, cuando la primera es toda una reflexión sobre el lugar de la mujer en una sociedad, hasta ese momento demasiado misógina, con un final muy alejado del parámetro Hollywoodense, ésta ultima trabaja el drama de la locura, qué hacer con ella, en tono de comedia para que se pueda digerir.
Los enfermos mentales sufren el mito del loco lindo que sólo existe en ese lugar, el mito.
Desmitificarlo es una de las variables de lecturas que despliega la realización, pero hay otras, muchas.
El relato abre con una escena que se resignificará sobre el final de la historia, vemos a Donatella Morelli (Micaela Ramazzotti), que está caminando por un puente empujando un cochecito de bebe, la vemos a través de las ventanas de un tren, el sonido hace sólo referencia al paso del mismo.
Nos presentan a Beatrice Morandini Valdirana, (Valeria Bruni Tedeschi), interna de un hospital psiquiátrico, que funciona en una mansión donada por su propia familia, en pleno zona de La Toscana.
Ella se cree con derechos y beneficios por sobre los otros internos, extrovertida, delirante, fantasiosa, puede ser una condesa, como la doctora que realiza las admisiones del hospicio, dueña de muchos diagnósticos, toda una contradicción en si misma,(esquizofrenia, bipolaridad, trastorno limite, etc.).
Un día llega al lugar Donatella, en las antípodas desde la personalidad, tímida, introvertida, de aquellas personas que su único deseo parecería ser pasar desapercibidas. Beatrice posa su mirada sobre la nueva y la elige como su protegida,
En una de las salidas programadas, y ante un descuido de quienes están a cargo del grupo de pacientes, Beatrice y Donatella se fugan en un bus de línea.
Ahí comienza la re-construcción de las tres historias, la de cada una de ellas por separado y las de ambas en conjunto. Sea utilizando el recurso del flash back para una, como el reencuentro con su pasado para la otra.
Es a partir de ahí que se irá desplegando todo aquello que parece unirlas: vidas sufridas, despreciadas por sus propias familias, dos escenas claves, la del encuentro de Donatella con su padre y la de Beatrice invadiendo el hogar de su ex marido, quien ha reorganizado su vida alrededor de una nueva familia, y sumándole el encuentro con su propia madre.
Algo de lo que se dibuja en el texto parece tener relación con lo dicho por los personajes del filme “Rey por inconveniencia” (Philippe de Broca, 1966) quienes, en medio de la primera guerra mundial, no quieren salir del psiquiátrico donde están internados… “porque afuera están todos locos”...
Lo que éste filme va mostrando es que no están dentro todos los que debieran estar, también pone mucho énfasis y cuidado en no juzgar a sus personajes, no encerrarlos en el “parecer”, Beatrice tiene ideas delirantes, las mismas que vienen a cubrir falencias afectivas. Donatella transita por las mismas pesadillas, pero en otros caminos, internada por intento de suicidio y filicidio, cuando en realidad ella, ante una situación que se le hace inviable, sólo quiere desaparecer, hecho que es confundido por desconocimiento de la persona, de la situación, o por desidia profesional.
Otros ante situaciones similares sólo se duermen, se consumen, o se embriagan, (el famoso tomo para olvidar y olvido para tomar). De hecho, y es un punto interesante en la mirada del director, quienes van en socorro de ambas mujeres, en distintas situaciones, son gente común, desconocidos. Nunca familia, ni supuestos afectos.
Podría decirse que el estilo narrativo es casi clásico, el guión literario cuenta entre sus atributos diálogos exactos, desopilante y desgarradores. Cabe afirmar que el diseño de arte es más que correcto, lo mismo ocurre con la fotografía y la banda de sonido. La puesta en escena es de naturaleza tal que permite el lucimiento de ambas actrices, logrando personajes tan queribles y risueños como empáticos y tristes, dolidos y plenos de vida simultáneamente. Ellas son, en realidad, las que sostienen con su performance, la atención sobre el texto fílmico.