Lobos

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Después de “Terapias Alternativas” “Cuando yo te vuelva a ver” o “El Karma de Carmen”, Rodolfo Durán toma en sus manos el desafío del cine de género y su séptimo largometraje, “LOBOS” relata una historia puramente enmarcada dentro del cine policial. Si bien la historia va presentando a los personajes lentamente y descubriendo no tan rápidamente algunos velos y entramados familiares, podemos apreciar, ya desde las primeras escenas que la familia Nieto, con Daniel Fanego como ese pater familia a la cabeza, se dedica a ganarse la vida no tan honradamente.
Pero Nieto, al borde del retiro, intenta por un lado a su hija Natalia (Anahí Gadda) a montarse su propia peluquería pero por el otro sigue padeciendo a su manera la decisión que ha tomado su hijo Marcelo (Luciano Cáceres), de “desmarcase” de los negocios de su padre, y ganarse la vida con su trabajo en una garita como guardia de seguridad privada por las noches -habiendo decidido en su momento dejar la banda y tomar otro rumbo en su vida-.
Nieto básicamente realiza ciertos “trabajos” por encargo.
Allí aparece el comisario Molina (otro gran trabajo de César Bordón) quien comanda desde afuera la pequeña organización dedicada a delitos menores: aprietes, robos, pequeños secuestros express, asaltos, en los que Nieto participa junto con su yerno (Alberto Ajaka) y al que se suma un novato que apodan “el potrillo” (Ezequiel Baquero).
Respetando uno de los esquemas más frecuentes en el formato del policial, Durán trabaja en el guion de María Meira con la sensación de tironeo y dualidad que vive el protagonista entre aceptar o no ese “último trabajo”, y la posibilidad de poder retirarse de la forma en que sueña hace tiempo: irse a su pequeña casita frente a la laguna de Lobos –aquella donde han pasado momentos de pesca y camaradería con su hijo Marcelo-, después de haber realizado esta última misión que generará esa solvencia económica que quiere dejarle a su familia y que le permita retirarse tranquilo.
La tensión permanente, el halo de tragedia que comienza a teñir a los personajes y la negrura propia que impone el relato policial, está perfectamente manejada por Durán quien logra sostener a lo largo de toda la película, una cadencia que atrapa, aun cuando la historia con sus propias convenciones no presenta demasiadas sorpresas y hay un presentimiento de que las cosas irremediablemente tomarán un rumbo poco feliz.
Por eso es que, sin desapegarse de los cánones del género, Meira construye una historia que respeta la estructura del relato policial –y en particular esta especie de subgénero del último trabajo previo al retiro- y encuentra, de todos modos, la manera de plantear giros y vueltas de tuerca interesantes, dobleces de los personajes y situaciones que permitan seguir el relato con sumo interés.
“LOBOS” gana cuerpo cuando se introduce en el núcleo del drama familiar y plantea los conflictos de pertenencia y lealtad que deberán guardar los personajes con ese entramado primario, donde se plantean dilemas morales y lidiar con sus propias pulsiones; por sobre las escenas de acción que en algunos casos no están tan bien logradas.
Es por eso que transmite con exactitud ese espíritu familiar que Nieto intenta no perder en ningún momento, bregando por esa unidad que considera vital, aun cuando por diversos avatares ha decidido construirla en base a sus actos de delincuencia, que sonaría, en apariencia, contradictorio. Justamente “LOBOS” ni condena ni quiere impartir justicia con sus personajes, los expone con sus miserias, sus contradicciones, sus dobleces y su espíritu genuino, no emite ningún juicio de valor sobre sus actos, tarea que en el último caso quedará en manos del espectador.
Durán se ha rodeado de un elenco de excelencia para poder contar esta historia de lealtades familiares y delitos comunes, encabezado por Daniel Fanego quien una vez más demuestra que tiene un particular tono que hace que su personaje de Nieto sea querible aun con todos sus errores. Sostiene de modo firme un personaje con el que cuesta empatizar y sin embargo Fanego le imprime su sello personal para que como espectadores, podamos pararnos en su contradicción y hasta comprenderlo.
Luciano Cáceres como Marcelo, ese hijo que quisiera despegarse del mandato familiar pero siente en sus espaldas el peso de la exclusión familiar y Alberto Ajaka como Boris, su yerno, entregan dos trabajos precisos y que hacen creíble la historia.
Si bien sabemos que el trio Fanego – Ajaka – Cáceres ya nos asegura un nivel actoral que marca la diferencia, cabe destacar muy particularmente los trabajos de César Bordón –quien junto a su reciente protagónico en “El tio” y su participación en “La noche de 12 años”, sumados a sus personajes televisivos en “Luis Miguel-la serie” y “Un gallo para esculapio” demuestra que está pasando por un momento excelente de su carrera- y de Ezequiel Baquero, que asombra con su composición de “el potrillo”.
“LOBOS” se presenta entonces como un producto sólido dentro del género, con muy buenas actuaciones y una historia, que pese a estructurarse en las convenciones propias del policial, busca nuevos matices para que desde el drama intimo familiar el relato crezca y nos muestre los conflictos internos de los personajes que son, justamente, los que enriquecen la propuesta.