Lo mejor de mi

Crítica de Julia Soubiate - EscribiendoCine

Sufriendo al cuadrado

Basada en otra novela del afamado escritor Nicholas Sparks (Querido John, La última canción), Lo mejor de mi (The Best of Me, 2014) saca lo peor del amor, y de cada uno de nosotros.

Eran los noventa, y la historia es la de siempre: chico conoce chica, chico se enamora de chica (y viceversa); son de mundos diferentes, familias complicadas y futuros inciertos, pero se aman a primera vista. Con el tiempo, el tórrido romance se ve alterado por varios infortunios, y los amantes se ven forzados a separarse.

25 años después, Dawson Cole (James Marsden) y Amanda Collier (Michelle Monaghan) llevan vidas complicadas: uno acaba de sobrevivir un accidente casi fatal, y otra sufre un matrimonio infeliz con un marido alcohólico. Un día, ambos son contactados por un abogado, y se ven forzados a retornar a su pueblito natal en Carolina del Norte. El reencuentro los enoja y los conmueve, pero al verse enfrentados a sus recuerdos del pasado, su romance volverá a despertar inevitablemente.

Dirigida a la gran base de fans con la que ya cuentan las obras de Sparks, esta película no hace sino dejar a más de una telenovela latinoamericana en pañales; hay una sobredosis de pasión, engaños, accidentes, criminales, sobornos, malentendidos y promesas de amor bajo la lluvia. Y todo es forzado, desde el desarrollo narrativo con flashbacks caprichosos hasta el diseño de producción y vestuario que parece situarnos en una fantasía de 1955 a pesar de que es ¡1992!. Ni hablar del casting, punto flojo de la película por donde se mire, que no respeta ni relaciones de edades ni parecidos físicos (aunque sí vale mencionar que el papel protagónico iba a ser de Paul Walker, actor que falleció antes de comenzar el rodaje).

No es que a priori se espere mucho de un drama como los de Sparks - ya se sabe cuáles son sus tramas recurrentes - pero la adaptación tampoco aporta ningún punto a favor. Michael Hoffman no sabe reconocer sus recursos - que los tiene - desperdiciando por ejemplo talentos como los de Gerald McRaney y Sebastian Arcelus, ambos actores que se destacan en la impecable serie House of Cards.

El esfuerzo de Michelle Monaghan y James Marsden por intentar infundir honestidad a los diálogos es loable, y de hecho logran los momentos más auténticos del film, pero no alcanza. El resultado es un dramón por demás predecible, que no conmueve en absoluto, cualidad que por lo menos sí tuvo Diario de una Pasión (The Notebook, 2004), una de las primeras piezas de esta innecesaria saga de adaptaciones.