Lo intangible

Crítica de Horacio Bernades - Página 12

"Lo intangible", el artista plástico oculto 

La película de Matilde Michanie es un viaje a la casa-museo del dibujante y escultor considerado un maestro por Luis Felipe Noé y Eduardo Stupía, pero que eludió de manera consistente a los circuitos de consagración del mercado.

Autora de seis realizaciones en veinte años (con un intervalo alemán que incluye unos cuantos documentales de televisión), Matilde Michanie parece volcarse preferentemente al retrato. Es el caso de Se acabó la épica, sobre Néstor Sánchez, novelista de vanguardia de los años 60 (2015), Grete Stern, la mirada oblicua (2016, codirigida junto a Pablo Zubizarreta) y ahora Lo intangible, sobre el dibujante y escultor Fernando García Curten, cuyo rechazo por el mercado y los circuitos de consagración fueron tan fuertes como los que el mercado y esos circuitos ejercieron sobre él. Considerado un maestro por colegas de la talla de Luis Felipe Noé o Eduardo Stupía, el septuagenario largo García Curten vive recluido en su casa-museo de la localidad de San Pedro, donde nació. Hasta allí llega Michanie con su equipo, para registrarlo en tiempo presente.

Ese clase de registro diferencia a Lo intangible de los retratos de artistas previos, poniéndolo en línea con otras películas de la autora, como Licencia Nº 1 (2008, sobre La Tigresa Acuña) y Judíos por elección (2011, sobre la conversión de gente de otras religiones al judaísmo). Michanie cuenta con un intermediario para llegar al personaje. Se trata del escritor Marcos Kramer, licenciado en artes visuales y autor de un libro sobre Curten, Un reflejo en la penumbra. Como modo de mantener ese tiempo presente, la película hace como que Kramer va a visitar a Curten por primera vez a su casa-museo, en busca de material para su libro. Al comienzo, el relato en off del artista plástico se sobreimprime al viaje de Kramer en la ruta, y luego de que éste llega a esa especie de cueva de monstruos (y del creador de esos monstruos), el especialista y él dialogan, tanto sobre sus convicciones plásticas como sobre su trayectoria, desde el momento que partió hacia Estados Unidos, un poco huyendo de la sombra de su padre, almacenero gallego emigrado a la Argentina.

Como Antonio Berni, el hoy barbado creador (parece salido de El señor de los anillos, o del Polo Norte) trabaja con materiales de desecho. A diferencia del autor de Juanito Laguna, Curten tiende a aplicar esos restos no en forma fragmentaria sino en su totalidad. Una mesa con sus cuatro patas pasa a formar parte, entera, de la obra que la contiene. Se habla de pavor, de angustia existencial para definir la obra del artista. No parece casual que una de las incorporaciones de Curten sea una fotocopia de “Los fusilamientos del 3 de mayo”, célebre cuadro de Goya: hay un gesto extremo, expresionista y tenebrista, en la mayoría de sus composiciones. Y hay también una cantidad de madera que las hace sofocantes. Teniendo en cuenta que llenan el salón más grande de la casa-museo, puede imaginarse lo difícil que se hace respirar allí. Michanie opta por el silencio absoluto y la simetría, al mostrar esos retorcimientos por primera y última vez. Es un gesto cinematográficamente tan sofisticado como pertinente, en tanto incita al espectador a la mirada atenta.