Lo habrás imaginado

Crítica de Franco Denápole - Funcinema

GÉNERO (CINEMATOGRÁFICO) E IDEOLOGÍA

Una pareja de policías de moral dudosa intenta llevar a prisión a Angel y Marconi, dos políticos corruptos cuya fundación dedicada a realizar obras caritativas para niños en situación de calle resulta estar vinculada a la trata de menores. Guillermo, el protagonista, se acerca a la sobrina de uno de ellos, la cual resulta ser su ex compañera del secundario. Abril es un espectro en cámara; se pasea por los planos como ausente, desconectada de lo que ocurre a su alrededor y apática respecto de las acciones de los demás personajes. Cuando el compañero de Guillermo se mete con el negocio de narcotráfico de Marconi, la investigación da un vuelco violento. A medida que avanza el descubrimiento de los delitos políticos se revela también otro crimen de carácter íntimo.

Esa es, más o menos, una sinopsis algo extendida de la nueva película de Victoria Chaya Miranda, que escribe, dirige y produce. Lo habrás imaginado se apoya fuertemente en el policial negro y el thriller psicológico: dos caras de una misma moneda que es la historia de los crímenes de dos políticos varones, ya que la película teje un entramado entre el abuso en las estructuras políticas y en las relaciones patriarcales. El sometimiento de la mujer es el reverso de la corrupción del Estado. Lo público y lo político quedan ligados como dos partes indisociables de lo mismo. El género del policial negro funciona como un lenguaje para expresar la perversión que corroe a los personajes, tanto víctimas como victimarios. Guillermo es una suerte de Philip Marlowe argento, corrompido él mismo, pero que adquiere un carácter de antihéroe en contraste con un elenco de personajes despreciables y aún más oscuros que él.

La necesidad de recuperar o resumir la trama de la película proviene del hecho de que desde el guion y el montaje se decide construir el relato a base de escenas recortadas bruscamente y muchas veces carentes de un hilo conductor claro. El espectador, como Abril, avanza a través de los sucesos algo desorientado, e intenta recuperar las piezas del rompecabezas mientras reflexiona junto al protagonista acerca de si este es, efectivamente, un país de mierda. La propuesta estética se alimenta de cortes que cambian de golpe el sentido del movimiento de la cámara y apuesta por la ausencia de la estabilización de los planos, lo cual genera una sensación constante de mareo y cansancio.

Existe sin duda una intención detrás de estas elecciones, pero el resultado no es óptimo. El exceso de diálogo y la ausencia de elementos expresivos que remarquen con mayor precisión esta búsqueda estética hace que el mareo del espectador no sea generador de suspenso, tensión, ahogo o inquietud, sino más bien de un hastío que aumenta a medida que pasan los minutos y surgen escenas cuya finalidad y lugar dentro de la trama son, al menos, confusos. Las actuaciones, a excepción de Carlos Portaluppi, tampoco ayudan, al no terminar de dar en esa tecla de realismo sucio que el guion exige.

Es inevitable, ya que la película lo exige, hablar de feminismo. En principio, el personaje de Abril, pieza clave del largometraje, demuestra un tipo muy elemental de caracterización psicológica, plagada de clichés y lugares comunes. Pero hay otra cuestión aún más importante. La pregunta central es qué tan bien se asocian narrativamente la historia de una mujer que triunfa, al menos relativamente, sobre su pasado de maltrato a manos de varones, con la de dos policías sucios que trabajan en un sistema corrupto. Existe una intención de utilizar la cosmovisión del policial negro para representar las estructuras sociales y políticas viciadas del patriarcado. Y funciona, pero hasta cierto punto, ya que se percibe un conflicto esencial de intereses: el policial negro se ancla en la noción de una sociedad podrida y sin arreglo, y la historia feminista apunta a la necesidad y, finalmente, a cierta realización de un cambio del estatus quo. Esto hace que la película se vea obligada al mismo tiempo a sostener dos visiones contradictorias de la realidad social y política. Lo cual explica tal vez la sensación de que Lo habrás imaginado maneja, sino dos historias diferentes, dos registros que chocan y concluyen en dos finales muy distintos e incongruentes entre sí.