Lluvia de hamburguesas 2

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

La invasión de los tacos asesinos

El cine de animación continúa exprimiendo sus éxitos en secuelas. No sorprende: es el camino más fácil y el más redituable. Y si bien “la primera es siempre la mejor”, el costo de originalidad se recompensa con la experimentación de cada film, que nutre y se nutre del cine con pantalones largos. Todo esto se evidencia en Lluvia de hamburguesas 2, planteada como una secuencia interminable de gags ingeniosos que al mismo tiempo horadan el argumento central. En esta secuela, el aspirante a genio, Flint Lockwood, inventor de la máquina de hacer llover hamburguesas, participa en un concurso de cerebros convocado por Chester V, suerte de ídolo malévolo de Flint, cuyas apariciones se multiplican con hologramas. La competencia es una lograda parodia de las convenciones de Google y de la cultura Silicon Valley, y la invención de Flint tiene un rol hilarante en la votación. Flint es luego convocado por Chester, mandamás de Live Corp Co, para desactivar su máquina que, confinada en una isla remota, produce monstruos gigantes compuestos de comida. Lockwood, su padre, Sam Park, Manny y el mono Steve viajan a la isla, un Jurassic Park gobernado por los Tacodiles Supremes, enormes tacos, pero también langostas con forma de gorila y melones con trompa de elefante. Este es el momento en que el film (otro contraataque de Sony Pictures Animation a Pixar) comienza a divagar entre algún acierto, como la parodia de Avatar, manifiesta en una lucha de robots tripulados y comestible-saurios. Ok como plan B de cartelera, y para ir con chicos no tan chicos.