Lleno de ruido y dolor

Crítica de Franco Denápole - Funcinema

EL CINEASTA ARGENTINO Y LA TRADICIÓN

Inevitablemente, quien quiera hacer cine de género en un país como el nuestro, es una suerte de legatario o heredero de una tradición y un corpus de obras preexistentes. Este tipo de cineasta sería una reversión de aquel escritor sobre el que escribe Borges en El escritor argentino y la tradición, en donde dice que “no debemos temer y debemos pensar que nuestro patrimonio es el universo; ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos a lo argentino para ser argentinos: porque o ser argentino es una fatalidad y en ese caso lo seremos de cualquier modo, o ser argentino es una mera afectación, una máscara”. El dilema de la identidad y la apropiación atraviesa cualquier producción que se valga de las reglas y el lenguaje forjados con anterioridad en el exterior.

Por eso, películas como Devoto de Martín Basterretche y Lleno de ruido y dolor, este western de Nacho Aguirre, se ven obligadas a jugar un juego de similitudes y diferencias, probar mezclas y combinaciones y ver qué funciona y qué no. Para su primera película, Aguirre opta por trabajar el género alejado de las muecas estilísticas que caracterizan al western norteamericano más tradicional. Se trata, en cambio, de una película severa, que plasma un universo desdichado y crudo. Sus personajes son hombres despreciables y violentos, moldeados por un entorno árido y bárbaro. El largometraje comunica con éxito esta visión desencantada de la Patagonia de los años ’20, y apuesta por hacer de esa desidealización su propósito central.

Ahora bien, hay que decir que, más allá del plano inicial y la intención de marketing, esta película es más un drama de época que un western. Al menos si pensamos que para ser un western debe respetar, o en todo caso subvertir o parodiar aquellos elementos que hacen al género: sus personajes, sus ideologías, sus estructuras narrativas o sus gestos estéticos. Poco y nada tiene de western la película de Aguirre, y esto es un problema cuando nos preguntamos, entonces, qué es lo que sí tiene. La respuesta es un poco decepcionante: una trama de criminales perseguidos que no genera interés o tensión por sus aciertos narrativos sino que la busca en todo caso a través de una sordidez que se vuelve repetitiva muy rápidamente.