Llamas de venganza

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

Una huida piroquinética

En su segundo largometraje, el realizador estadounidense Keith Thomas regresa con otro film de terror al igual que su ópera prima, The Vigil (2019), esta vez probando suerte con la adaptación de un clásico de Stephen King, Firestarter (1980), conocida en español como Ojos de Fuego, que, por alguna razón, aquí llega como Llamas de Venganza (Firestarter, 2022). La novela es cuestión ya había sido adaptada al cine a mitad de los ochenta en la versión de Mark L. Lester con guión de Stanley Mann y protagonizada por una pequeña Drew Barrymore.

En esta nueva traslación de la popular obra del prolífico y venerado King no hay demasiadas novedades ni cambios. Charlie (Ryan Kiera Armstrong) es una preadolescente que comienza a sentir que le cuesta cada vez más controlar su poder de crear fuego ex nihilo, una suerte de piroquinesis, ante las más nimias provocaciones, y que vive con sus padres en una ciudad pequeña de Estados Unidos. Ambos progenitores, Vicky (Sydney Lemon) y Andy (Zac Efron), fueron parte de un experimento en el que se les inoculó un componente químico, el lote seis, que despertó o generó poderes telequinéticos en los conejillos de indias que se prestaron al peligroso ensayo clínico, habilidad que le fue heredada a la hija. Como es de esperarse, los poderes de la niña generan desavenencias en sus exhaustos padres y la conexión de la pequeña con el varón, que aún utiliza su habilidad a diferencia de la madre, es muy fuerte. Su mujer aboga por entrenarla para que aprenda a usar y controlar sus poderes a voluntad, pero su padre propone protegerla para que no tenga que usarlos ante el temor de que sean descubiertos por la organización gubernamental que los persigue y el miedo de que la niña tenga los mismos efectos segundarios que sufre él cada vez que usa sus poderes, unas microhemorragias dolorosas y debilitantes. Un incidente en el colegio pondrá en alerta a la familia una vez más ante la posibilidad de que el gobierno venga por ellos otra vez. Uno de los primeros sujetos expuestos al lote seis en enviado a capturar a la niña por lo que el padre y la joven emprenden una huida que los conducirá al hogar de un anciano que les da cobijo. En su huida la mocosa comenzará el proceso para controlar sus poderes para enfrentar su problemático futuro.

Si lo mejor del guión de Scott Teems es la recreación del contexto a partir de los videocasetes que registran las entrevistas y los experimentos en los créditos iniciales, los baches narrativos subsiguientes van minando la propuesta dejando demasiadas cuestiones sin explicación alguna o con resoluciones muy endebles. La recurrencia a la intimidación infantil, endemia en Estados Unidos, no funciona demasiado bien, revelándose como un abuso narrativo demasiado fácil y que termina utilizando demasiado tiempo en un relato que parece avanzar lento al principio para acelerarse inexplicablemente en el final.

Las actuaciones de todo el elenco son aceptables, pero nada se destaca realmente en la realización de Keith Thomas, que ni siquiera mejora demasiado lo que ya había hecho Lester en los ochenta. Los efectos especiales son los esperables para este film de género que no sobresale de la media ni lo intenta. Llamas de Venganza no termina de aprovechar el gancho que Stephen King representa y tan solo ofrece lo mínimo que se podía esperar del relato, dejando la sensación de oportunidad perdida ante una historia en la que tan solo el comienzo y la charla entre la capitana Hollister (Gloria Reuben), una villana no tan antagonista, y el científico que creó el lote seis, muy bien interpretado por Kurtwood Smith, ofrecen alguna intensidad.

La falta de climas interesantes, un final demasiado anodino y un desarrollo que no ofrece ninguna información son los principales problemas de una obra de la que se esperaba más y que deja entrever las fallas de las nuevas películas masivas. El espíritu del cine de género brilla por su ausencia aquí, tan solo invocado en algún que otro cliché sonoro o en algún efecto de la imagen, pobres incursiones en el terror de una película que pide a gritos una vuelta de tuerca cinematográfica más allá de los latiguillos apuntados para traducir la literatura al cine y construir una propuesta que valga la pena ver.