Llámame por tu nombre

Crítica de Felipe Vicente - EscribiendoCine

Hasta que el invierno nos separe

Nominada a mejor film, Llámame por tu nombre (Call me by your name, 2017) se convirtió en la distinta de los Óscar. La pareja tiene flechada a la crítica mundial con una historia de amor fresca, desprejuiciada y dirigida por Luca Guadagnino, un realizador innovador que trae con él, el posible apogeo de una primavera artística en Italia.

Si alguien dijera que se cumplieron todos los pronósticos, estaría equivocado. Llámame por tu nombre, es de esas películas que empiezan siendo chiquitas, con poca distribución en un principio y extenso recorrido por festivales, hasta acrecentar su figura ganándose a la crítica, por ejemplo, paso previo por la Berlinale y consolidación en el festival de Toronto (clave para la prensa hollywoodense). Toda una carrera cinematográfica, seguida con detalle por los más cinéfilos.

Hablada en italiano, inglés y francés a través de sus personajes, la película del italiano Luca Guadagnino se proyecta como un film alejado de las convencionales narrativas clásicas que suelen premiar en la academia, como The Post: Los oscuros secretos del Pentágono (The post, 2017) o Las horas más oscuras (The Darkest Hour, 2017). Es, más bien, un cuento de amor sencillo. El encuentro entre dos desconocidos con edades distintas (un joven adolescente y otro adulto cuarentón), en una residencia ubicada en el norte italiano durante las vacaciones de verano europeo. Los icónicos 80 son la escenografía social que servirán a modo disparador para un tema cultural para nada resuelto durante esos tiempos.

La llegada al pueblo de Oliver (Armie Hammer), será el punto de quiebre en la vida de Elio (el joven Timothée Chalamet, nominado a mejor actor). Este adolecente se encuentra descubriendo su mundo sexual, indefinido, el cual será atravesado por la presencia de un hombre, que parece transportar consigo una energía particular, la cual transmiten los individuos carismáticos.

Ya el primer contacto de los personajes denotará lo delicado del film. Por sobre todas las cosas sutil, sin golpes bajos, bien cuidado desde lo estético y con una iluminación en exteriores que envidiaría hasta el propio realizador Michelangelo Antonioni (buen aporte del director de fotografía, Sayombhu Mukdeeprom).

Hasta el cálido sol veraniego parece alumbrar todos los sentimientos transmitidos en las calles empedradas de la pequeña Cremona, contexto cómplice de este amor de verano. Las escenas serán más jugadas cuando la relación tome color. Un comprometido trabajo en dirección actoral, que formalizó el estilo de Chalamet para diseñar a su complejo personaje. No solamente era cuestión de ponerle la piel, había que darle marco, perfilar las características de un niño que aún desconoce su cuerpo. Es más, muchos de los mejores momentos son las experiencias vividas por el muchacho en la solitaria intimidad de su cuarto.

Otra línea aparte merece Armie Hammer. Adulto que en contraposición de Chalamet, se muestra seguro, bien definido en su sexualidad. Sobre todo en la secuencia cúlmine del film cuando le dice a Elio la frase que le da título a la película. Instante donde la realización pasará de ser una película más, a una pieza elemental de los últimos años. Y así como lo fue La vida de Adele (La vie d'Adele, 2013), servirá para otorgarle un antes y un después a las vivencias sexuales de las sociedades del siglo XXI.