Liv y Ingmar

Crítica de Sergio Zadunaisky - A Sala Llena

El corazón en Fårö.

“Es curioso, siempre que me realizan una entrevista me preguntan por Ingmar.” Liv Ullmann.

A la hora de escribir sobre Liv & Ingmar, es inevitable el no cortar a la película en dos, ya que por un lado está el film en sí mismo, un documental sobre una persona que no puede evitar ser ella (Liv) con otro (Ingmar) adosado a su figura, aunque físicamente ya no esté presente (el título mismo de la película marca una dupla). Por el otro lado está su protagonista, la propia Ullmann, la narradora, la portadora del relato, la que se mete en la piel de la que fue la compañera de uno de los más controvertidos genios de toda la historia del cine.

Comencemos por la película. Dheeraj Akolkar construye su obra enhebrando pasado y presente, utilizando los filmes de Bergman como comentarios o ejemplos del relato de su protagonista. Así veremos momentos de Escenas de la Vida Conyugal, Persona, Saraband o La Hora del Lobo, que funcionan como ventanas que abren e ilustran los pasajes del relato de Liv. El director también recurre a registros caseros de filmaciones y fotografías de los rodajes, o de momentos íntimos de la pareja. La Isla de Fårö (111 km²), reducto y fortaleza de Ingmar, residencia transitoria de Liv mientras estuvo con él, es el lugar más apropiado para realizar la entrevista.

Akolkar es sobrio y emociona cuando Liv rearma frente a su cámara sus cinco décadas de historia con Ingmar. Y la palabra “emoción” es la que nos da lugar para entrar en la otra parte del film, en la que Liv, a sus 73 años, abre su corazón para revelarnos una historia de amor y compañerismo que trasciende el cine. Es ella quien se encarga de armar sus años con Ingmar, recordando un comienzo idílico, soñado y romántico para una joven a quien un director bastante mayor le echa el ojo como actriz y como mujer.

A medida que los recuerdos avanzan, Liv nos muestra las espinas del rosal, los celos enfermizos y las torturas psicológicas a la que fue sometida (un ejemplo es cuando cuenta acerca del frío insoportable en un bote junto a Max Von Sydow en un rodaje, como una forma del tirano Ingmar de demostrarle su ira). Conmovedor es también el momento en el que Liv narra cuando Ingmar decide encerrarse en el estudio en la casa que compartían en Fårö y ella no podía verlo. “Ese silencio era mío”, dice, “y nada más que mío”, señalando su breve espacio de autonomía dentro de la pareja.

Acceder a este documental es una experiencia enriquecedora. La figura de Liv ilumina con sus palabras, su sabia mirada, su humor y honestidad. Una persona que no puede (ni quiere) dejar de estar atravesada por una relación que signará por siempre su vida. Cuando ella cuenta que un buen día se despertó con la sensación de que tenía que ir a Fårö a visitarlo y que horas después de ese encuentro, Ingmar moría, dejando un hueco en la historia (la de ella, la del cine) imposible de llenar, se estremeció mi cuerpo.