Liv y Ingmar

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Amor más allá del celuloide

Liv Ullmann y sus más de setenta años son registrados por una cámara dedicada a describir el paso del tiempo en su rostro, bello y celestial como siempre, repleto de paz interior y de emoción a flor de piel. Habla sobre Bergman, el detrás de un vidrio oscuro del creador, el de aquellas luces de inviernos concebidas durante dos décadas de amor de una pareja, una hija de por medio, una separación traumática y la reconciliación final que dejaría una amistad eterna, hasta la muerte de Ingmar en 2007. Liv recuerda aquellos días en la isla de Färo y en la seducción de él hacia ella, en ese paisaje frío y desolador donde el director filmaría una docena de películas. El romance que comenzó durante el rodaje de Persona y continuaría hasta la filmación de El huevo de la serpiente, son recordados con minuciosidad por la actriz, quien no oculta más de una anécdota en donde el realizador le gana la partida al hombre y al compañero.
Quienes decidan encontrarse con el feliz y otoñal documental Liv & Ingmar, registrado en formato (casi) televisivo, a los pocos minutos, descubrirán que el trabajo del director indio Dheeraj Akolkar no repara en los traumas de Bergman, ni en "el silencio de dios” ni mucho menos en cuestiones estéticas donde confluyen el cine y el teatro. El hechizo de la imagen se transmite desde la calidez del rostro de Ullmann, hablando de su gran amor, su experiencia en Hollywood, su libro Senderos y los fragmentos que pertenecen a Linterna mágica, uno de los dos textos autobiográficos del creador de El séptimo sello. En esos momentos, el documental deja lugar a la emoción que reemplaza al intelecto, al recuerdo placentero o no tanto que sustituye al aporte estético. Akolkar, en ese sentido, no arriesga demasiado desde la forma, sometiendo a las imágenes a un informe televisivo pero sin tintes sensacionalistas en donde el escándalo se vende por sí solo. La operación es bien distinta: buscar un punto de equilibrio entre las imágenes de Liv como actriz dirigida por Ingmar, y en montaje paralelo, bucear (y suponer) cómo fue la intimidad de la pareja durante los más de veinte años de convivencia. Allí, claro está, la potencia del cine de Bergman, hoy un creador casi olvidado, vuelve a renacer en todo su esplendor.