Liv y Ingmar

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Dos extraños amantes

Este filme podría decirse que es una especie de calido homenaje al director Ingmar Bergman, inmerso en una estructura de documental donde la actriz noruega, nacida en Japón, Liv Ullmann funciona de maravilla como narradora y vehiculo del mismo.

El director de origen hindú Dheeraj Akolkar toma como punto de partida narrativo el libro “Senderos”, que Liv escribiera en 1979, material de archivo de sus filmes, entrevistas, sumándole la correspondencia entre ella y maestro sueco Ingmar Bergman. La realización hace una especie de racconto de lo que fue su vida al lado del director, considerado uno de los cineastas más importantes de la historia del cine.

Su cooperación cinematográfica se extiende a 12 películas, pero su relación siguió mucho más allá del set de filmación. Durante la proyección de esta obra ella funciona como única narrador, se encuentra prácticamente en un viaje introspectivo de su vida al lado de Bergman.

El tono que usa es intimista, reflexivo, profundo, sin embargo es aún más que el relato de una mujer que abre su ser. Lo que va surgiendo a medida que van desplegándose las imágenes, los recuerdos, es su decir como mujer delicada y sensible.

Si bien la pantalla se regodea con la presencia casi permanente de la gran actriz, una vedette es el montaje de Tushar Ghogale, con el que Akolkar logra armonizar las imágenes con el relato de la narradora.

Uno de los problemas del documental es que se nota que va dirigido a cinéfilos, a quienes ambos personajes hayan seducido lo suficiente como para adentrarse en las vidas de los personajes.

En términos generales tenemos una obra donde Liv despliega su alma, sus pensamientos, habiendo sido siempre muy renuente a hablar de su vida íntima. En este espacio parece no ocultar nada, se la percibe muy franca, colocando al espectador en el lugar de un imperfecto imprudente voyerista, atraído principalmente por lo que va comentando Liv de y con Ingmar.

Casi un cuento sosegado que se mueve al paso de la ya septuagenaria actriz, imponiendo imágenes de la Isla de Faro tomadas puestas con un amplio sentido de los momentos, las mismas son bellísimas y en la forma en que están hasta le dan un sentido poético, conforme lo que vamos viendo.

Se la podría definir como una obra sincera, profunda y afectuosa.