Línea Mortal: Al Límite

Crítica de Leo Valle - Malditos Nerds - Vorterix

PESCADO MUERTO

La remake del ¿clásico? de Joel Schumacher apunta bajo y pega más bajo.
Hace una semana tuve la oportunidad de revisar Blade Runner 2049, la secuela del clásico de ciencia ficción dirigido por Ridley Scott en 1982. Destacaba en mi análisis que la película de Villenueve tenía una enorme responsabilidad encima, ya que aunque la original no fue un éxito de taquilla se convirtió de inmediato en un clásico que culto que redefinió el género e inspiró una generación entera.

No se puede decir lo mismo de “Línea mortal” (Flatliners) la película de terror psicológico de Joel Schumacher de 1990 acerca de un grupo de (muy facheros) estudiantes de medicina experimentando con la muerte. Una premisa interesante y una ejecución cuestionable son la mejor forma de definir la obra de Joel, cuyo legado se reduce al gran elenco de estrellas en ascenso que incluía a Julia Roberts, Kiefer Sutherland, Kevin Bacon y Oliver Platt.

Es por eso que llama la atención que esta aburrida remake con Ellen Page, Diego Luna, Kiersey Clemons, Nina Dobrev y James Norton como el nuevo quinteto de estudiantes de medicina a punto de meterse en quilombos se ajuste tanto al material original y cometa los mismos (y nuevos) errores.

La nueva Kiefer es Courtney (Page), quien tras perder a su hermana en un accidente de tránsito por negligencia propia, decide explorar el más allá y la vida después de la muerte. Ya en medio de la vida de residente, recluta a Jamie (Norton) y Sophia (Clemons) para que la asistan en un experimento: que le detengan el corazón y un minuto después la revivan. Courtney pretende analizar la actividad cerebral en ese tiempo y ver qué hay más allá de la luz blanca, algo que consigue con éxito gracias a la intervención oportuna de Ray (Luna) y Marlo (Dobrev), que aparecen para salvar las papas en el momento justo.

La película nunca se detiene demasiado en las motivaciones de la protagonista, más allá de que imaginamos esperaba ver a su hermana o algo así, pero sí encuentra una buena razón para que el resto de sus compañeros quieran sumergirse en este sueño temporal: después de morir (“flatlining”), el cerebro de Courtney está al 100% y la piba recuerda cómo tocar el piano o textos que leyó al pasar hace años (una onda “Limitless”). Así, someterse a esta experiencia tiene más que ver con la competencia académica que con la adrenalina del momento, como era en la original.

Pero como se podrán imaginar ese no es el único efecto secundario, y los bellos jóvenes tardan demasiado en comprender que los han empezado a perseguir sus errores del pasado. Es en ese momento cuando lo que se insinuaba se cae a pedazos y se convierte en una mediocre película de terror, más a tono con el concepto de “casa embrujada” que con las preguntas filosóficas, éticas y teológicas que podría haber hecho.

Así terminamos gran parte de los innecesarios 110 minutos de duración viendo a los personajes ser acechados por sombras, ruidos y alucinando como en el peor viaje de pepa del mundo. Lo peor (y esto es algo personal que tiene que ver con la incoherencia de este tipo de recursos) es que las alucinaciones tienen una manifestación corpórea y pueden interactuar con el mundo real. No es terror psicológico cuando un fantasma te arrastra por un pasillo, es terror psicológico cuando el acecho te hace caer de un techo.

Técnicamente la película tampoco se destaca. Las bondades de la tecnología actual no se aprovechan al momento de representar estos viajes astrales y los escenarios y recursos son poco imaginativos. Oplev, paradójicamente, ofrece imágénes más estimulantes en el mundo real que con todo el potencial de lo fantástico a su disposición.

El elenco, por su parte, hace lo mejor que puede con el flojo material: Page está bien como siempre y Luna como el único tipo con dos dedos de frente sigue sumando porotos para convertirse en la próxima gran estrella latina en Hollywood.

Mención aparte para el tan discutido cameo de Kiefer, que es otra oportunidad desperdiciada. ¿Es el mismo personaje? No se explica pero asumimos que no, porque tiene otro nombre (Barry Wolfson), aunque podría habérselo cambiado después de los eventos de la original. ¿Como una secuela directa en la que Kiefer actúe como un mentor funcionaría mejor? Nunca lo sabremos, pero por lo menos la película hubiera mostrado un poco de personalidad e iniciativa por construir sobre las bases de la anterior.

Línea mortal: al límite, es una remake innecesaria que ni siquiera aprovecha el poco impacto de la original para tomar las riendas y decir algo nuevo y propio. Es una de esas películas que te cruzás un sábado a la noche en Netflix y olvidás inmediatamente después de que terminó.