Línea de 4

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

La amistad define en el alargue

En sintonía con la dinámica y el dramatismo de una final de fútbol como lo fuera la del 2014 entre Argentina y Alemania, Línea de cuatro (2015) es una interesante propuesta desde dos puntos de vista: la inteligencia para desarrollar un proyecto con un presupuesto acotadísimo (ver entrevista) y por otro lado la utilización cinematográfica de un único espacio en una puesta en escena sencilla, pero eficaz.

Todo se desarrolla entre la previa del partido, excusa para que cuatro amigos se reencuentren. Un secreto compartido, la ausencia de un integrante de ese grupo en un fuera de campo constante y las marcas del paso del tiempo en cada historia personal. Basta con las primeras discusiones, basta con expresar la falta de interés en la reunión para que todo desencadene en conflictos internos, confesiones y mucha tela para cortar.De fondo al intercambio de ideas y formas de encarar la vida se escuchan las instancias de la final con Alemania, los reclamos entre los amigos a veces encuentran el chivo expiatorio en el desempeño de la selección Argentina en la pantalla. Esa sensación de que faltaba fútbol, sobraban buenas intenciones y que, en definitiva, el fracaso de volver a quedar afuera del primer lugar estaba a la vuelta de la esquina.

Esa es la atmósfera que invade a estos amigos, de suertes dispares desde que se conocen hasta el día de la fecha, y ese es el clima que ordena cada acto de esta obra. Lo de obra no es antojadizo, dado que por momentos las reminiscencias a lo teatral quedan a la vista, por tratarse de un sólo espacio: el sillón en el living del departamento de uno de ellos.

Con una puesta de tres cámaras, las distancias se ensanchan y acortan en el increscendo dramático, la cámara nunca invade ese territorio de la amistad resquebrajada pero logra captar las grietas entre cada uno de los involucrados.

Una película argentina que vale la pena, primero por estar ligada a un momento que seguramente será bisagra en nuestra propia historia, como lo fuera el mundial del 86 y su festejo; las decepciones recurrentes con los mundiales subsiguientes y la frustración de haber llegado tres veces a la final y ganar solo una.