Lincoln

Crítica de Emilio A. Bellon - Rosario 12

El respeto reverencial hacia un ícono

La indudable capacidad narrativa del director se pone al servicio de la figura política fundacional, sin cuestionarla.

Tal vez, desde mi punto de vista, uno de los grandes méritos de este film es ese grado de definición, ya que tanto su realizador como su nueva criatura, confirman su posicionamiento con coherencia con el nuevo momento histórico; inédito, por cierto, desde una tradición, conservadora, puritana y racista, ya que Lincoln, nominada como tantas otras en ocho categorías, fue estrenada en el "New York Film Festival" un mes antes de las elecciones. Y el estreno oficial del mismo, presidido por otras exhibiciones y el aporte del mismo Spielberg de un millón de dólares para la campaña de Barack Obama a fines de octubre, tuvo lugar una semana después de la reelección del actual mandatario.

Desde una lectura coyuntural, esta tan esperada realización (que por cierto podríamos ubicar junto al panteón de John Ford y Frank Capra) goza de la posibilidad de plantear no ya el debate sobre la controvertida figura de un hombre político, de una figura?símbolo, sino de leer desde él una proyección de un ideario sobre los alcances del sistema democrático, expresado desde un sensible discurso, en la figura de un actor que construye desde su modo de ser y componer, independientemente del parecido físico, una gramática propia de interpretación. Nos referimos a Daniel Day Lewis, para quien su personaje no fue pensado desde el modelo del biopic tradicional, sino desde la voz del personaje, ya que para él "la voz de cualquier personaje que deba representar me lleva a pensar en uno de los aspectos más fundamentales, sutiles y profundos en el armado y construcción del mismo. Y es esa línea invisible entre objetividad y subjetividad la que debo tratar de captar".

Y este tal vez es uno de los tonos y matices que descansa en el personaje que brinda este actor desde una puesta en escena que ha elegido una iluminación evocativa de los daguerrotipos. Y que se propone en el orden de los hechos, un recorrido por los últimos cuatro meses de vida de Abraham Lincoln, el decimosexto presidente de los Estados Unidos. Estamos en 1865, en los años de los Guerra Civil y en esa lucha por aprobar la XIII Enmienda, que se transforma en un sueño de libertad para los que aspiran a una tierra libre de esclavos y en una amenaza para los opresores terratenientes del sur.

Pero, lamentablemente, desde lo que considero ya como proyecto cultural en una dimensión más amplia, Lincoln aleja toda posibilidad de interrogarse sobre el mismo personaje. Desde el inicio mismo, hay una declaración del propio Spielberg al ubicar una luz aurática elevando la cámara, la mirada, sobre su encrespado cabello y afilado rostro. Ese narrador, de la misma manera que lo confirmaba el Oliver Stone de JFK, deja al personaje en el lugar de una reverencial galería de figuras que han sido las fundacionales y que sale al encuentro, al principio de la cadena, del mismo John Ford con El joven Lincoln, en los años del New Deal, en la figura del personaje que compone Henry Fonda, quien, enmarcado, desde el plano general final, modela y confirma su estatura mítica.

A partir de Lincoln será, tal vez, más que necesario revisar otros films del realizador sobre la problemática de la esclavitud; tales como El color púrpura, del 85 y Amistad del 98, esta última un fracaso de público. Estos films, particularmente el primero, no estaban sujetos a esta retórica que cierto canon impone. Desde una solemnidad que por momentos inmoviliza y que sólo se desanuda en la segunda parte cuando tendrán lugar las elecciones y con ello cierto clima de "thriller" y vaivén de suspense, Lincoln padece de una aquilatada solemnidad y pulcritud, de un "un exceso de pudor", que marca feroces contrapuntos, como el que se da con el personaje que, admirablemente, compone Tommy Lee Jones.

A principios de los años 80, la editorial Fontamara publicó "La Historia y el Cine". Uno de sus textos críticos, La Guerra de Secesión y el cine norteamericano: un terreno difícil lleva la firma del gran maestro, ya fallecido, Homero Alsina Thevenet, que abre interrogantes sobre algunos aspectos de la conducta política de Lincoln que ningún film se atrevió a plantar. Y para ello se apoya en los estudios realizados por Richard Current para la Enciclopedia Británica.

Alsina Thevenet escribe: "El mismo Lincoln no estaba ciertamente a favor de la esclavitud, pero tampoco era un destacado abolicionista. En 1862, comenzada ya la guerra, expresó ya su posición con frases muy claras: 'Mi objetivo supremo en esta lucha es salvar a la Unión, y no el de salvar o destruir a la esclavitud. Si pudiera salvar a la Unión sin liberar a ningún esclavo, lo haría; su pudiera salvarla liberando a todos los esclavos, lo haría. Y si pudiera salvarla liberando a unos y no a otros, también haría eso'".