Lina de Lima

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

Lina es peruana y trabaja como empleada doméstica para una familia de clase alta en Santiago de Chile. Tiene su familia en Lima y particularmente a su hijo adolescente con quien tiene una relación virtual no muy fluida. En los días previos a la Navidad, Lina se prepara para viajar a Lima a pasar las fiestas con su familia mientras reparte su tiempo entre su habitación (su cama en realidad) en una pensión para inmigrantes y la casa a estrenar de sus patrones en un barrio privado. Allí vigila las obras de construcción de la nueva piscina en ausencia de los dueños. En ese periodo Lina tiene que hacer también un replanteo emocional acerca de su realidad, sus relaciones y sus deseos.

El primer largometraje de ficción de María Paz González se maneja en dos registros para contar esta historia y retratar a su protagonista. Uno de tipo naturalista, de observación precisa de la cotidianeidad de Lina (González afirma que hizo una investigación para un documental antes de decidirse por la ficción) donde la seguimos en su día a día, sus tareas diarias y sus relaciones bastante poco satisfactorias que incluyen las espaciadas y frustrantes comunicaciones con su hijo, los envíos de dinero a su familia, las visitas con amigas en Chile a los bares y locales bailables de la comunidad peruana. De sus patrones sabemos poco, es con la hija adolescente de estos con quien tiene una relación más fluida y con la que comparte cierta complicidad.

Por otro lado hay un tipo de registro más lúdico, que puede pensarse opuesto pero es más bien complementario, que acude al artificio más descarado de los números musicales. Estos se van insertando en medio del relato naturalista y de algún modo su irrupción implica una ruptura con el tono que se viene siguiendo pero estos momentos no desentonan y se integran de manera orgánica, sirviéndose de las canciones para contar parte de la historia y dar lugar a que Lina exprese sus sentimientos por medio de las letras. Las canciones suponen un seleccionado de géneros populares que incluyen desde un inicial villancico a varios ritmos folklóricos. Con una puesta en escena particular a cada número que abraza el musical de Hollywood pero también la estética del especial televisivo y las de la religiosidad popular propias de la estampita con una intención pop. Aun así los límites que parecen definidos no lo son tanto. El relato más realista responde a la comedia y hasta algo de la estética pop se le cuela en la presencia regular del brillo, el neón y la profusión de los rosas y turquesas.

Lina está a la espera de varias cosas: en la víspera de un viaje haciendo las compras de regalos, esperando que los trabajadores terminen la piscina con su patrones ausentes en una casa sin estrenar que tiene todos sus muebles envueltos en plástico, incluso el colchón donde Lina ocasionalmente duerme y (obviamente sus patrones no lo saben) a veces tiene sexo. Una suerte de tiempo suspendido en una especie de no-lugar, como para dar cuenta también de un momento de incertidumbre para su protagonista. Lina se da cuenta que su hijo no parece necesitarla demasiado y muestra escaso interés en hablar con ella. La relación con sus patrones si bien cordial no deja de guardar las distancias de clase. Prueba de ello es la escena en que al salir del barrio privado el encargado de seguridad le revisa el bolso para ver que no se robe nada, algo que se intuye cotidiano y naturalizado. En ese periodo particular Lina está como a la búsqueda de algo que no sabe bien cómo encaminar y mientras tanto sale con amigas, va a bailar, tiene algunos affaires de ocasión (que se muestran sin ninguna moralina) y trata de arreglar sus problemas cotidianos.

María Paz González aborda un tema, el de la inmigración, que ha sido recorrido generalmente desde el realismo, el documental y el drama social. Algo de eso está presente en Lina de Lima pero la realizadora prefiere encararlo desde otro lado, integrando el costumbrismo, el musical y la comedia y a través del puro artificio hacer esa historia y esos personajes creíbles y cercanos. Cuenta también para ello con Magaly Soler que interpreta a Lina con gracia y la hace muy empatizable. Así es como muestra una realidad que para su protagonista es difícil, que tiene momentos incómodos, desaires y obstáculos inesperados, pero también tiene sus alegrías y sus momentos luminosos, y lo hace de manera original y sensible.

LINA DE LIMA
Lina de Lima. Chile/Argentina/Perú, 2019.
Dirección: María Paz González. Elenco: Magaly Solier, Emilia Ossandón, Sebastián Brahm, Javiera Contador, Herodes Joseph, Edgardo Castro, Cecilia Cartasegna. Guión: María Paz González. Fotografía: Benjamín Echazarreta. Montaje: Anita Remón. Música: Cali Flores, José Manuel Gatica Eguiguren. Dirección de Sonido: Sofía Straface. Dirección de Arte: Susana Torres. Producción: Giancarlo Nasi, Maite Alberdi. Co-producción: Gema Juárez, Brian Jacobs. Duración: 83 minutos.