Lina de Lima

Crítica de Eduardo Elechiguerra Rodríguez - A Sala Llena

Música emigrada (Parte I)

Al menos dos coproducciones en esta edición del festival se enfrentan con el hecho de emigrar dentro del mismo continente. Lina en Lina de Lima y Ulises en Ya no estoy aquí están compelidos por la extranjería latinoamericana. El meollo del asunto es que ni una ni otra martirizan a sus personajes ni los empoderan con autoengaño. Para esto, ambas recurren a la potencia de la música para hacernos entrar en sintonía con sus fluctuaciones existenciales.

Por un lado, Lina de Lima (2019) retrata el día a día de una mujer (Magaly Solier) que se encarga de los quehaceres de una familia adinerada. Acompaña entre complicidades a la hija de ellos y supervisa las remodelaciones en la nueva casa a la que se mudarán. A la par, atiende desde la virtualidad a su hijo en Huancayo, compra los regalos navideños para su familia y hace los trámites para el pasaje a Perú.

Hasta aquí, hemos descrito paralelismos con o preocupaciones presentes también en La Nana (2009) o Que Horas Ela Volta? (2015). Esta vez han sido traspolados a una mujer extranjera dentro de su propio idioma. La película nos va tirando pistas de que ella no se encuentra en Lima, si bien gran parte de su entorno podría pasar por tal. La mayoría de los planos son cerrados. Aquí es donde María Paz aprovecha los códigos de los musicales para mostrarnos, no tanto las evasiones de Lina, sino el goce por la identificación de sí misma dentro de un entorno casi ajeno. El detalle está en que tantos primeros planos estáticos nos hacen preguntarnos ”¿Dónde está el baile?”. Y Paz nos lo responde: en el tercer número musical, el primer plano es de unos pies bailando. Pero este detalle sigue estando fijo. La cámara de Benjamín Echazarreta orquesta así una identidad firme y gozosa, a pesar de las adversidades cotidianas. Ya no estamos frente a movimientos de cámara fluidos como en Cantando bajo la lluvia (1952) o los planos medios de Cabaret (1972), ni siquiera en los primerísimos primeros planos de Moulin Rouge! (2001) donde la emoción hace que ni los rostros quepan en la imagen. Paz quiere reconocer el rostro completo de la mujer limeña sin necesidad de espejos siquiera.

Paz, también guionista de la obra, lleva esto hasta el extremo cuando se van cayendo los planes para que Lina viaje. Este giro tampoco es un impedimento para los placeres cotidianos. El desparpajo con el que Lina acepta tener relaciones sexuales con un hombre de Tinder ya había sido muestra de que no hay mal gusto en la película por su manera de mostrarlo. Ahora, en una escena posterior, Lina se resiste a romper el plástico de la cama en la que están teniendo sexo y, por esto, se pone en cuatro en el piso. Más allá de que Paz opta porque solo veamos las manos y los pies de estos amantes, cama de por medio, el trasfondo nos está hablando de una sumisión que no es enfermiza. Lina busca su propio ritmo, más allá del canto. En nuestra interpretación de la película, no olvidemos la primera toma de la cabeza de Lina ladeada sobre la ventana de un colectivo. La búsqueda principal de la protagonista es deslastrarse de obligaciones que le quitan tiempo como estos viajes adormilada.

Los paralelismos musicales más evidentes de Lina de Lima con Ya no estoy aquí (2019), de Fernando Frías, los tocaremos a fondo luego. Por ahora, el detenimiento que hacen ambos realizadores con los dispositivos celulares nos tendrían que recordar al rescate emprendido por Celia Rico Clavellino hace unos meses en Viaje al cuarto de una madre (2019). No pocas veces demonizamos el uso exacerbado de estas tecnologías. Y el camino que desandan estos tres realizadores apuntan a que atendamos a su cualidad primera: herramientas de (in)comunicación. Entonces, así como Paz da pie a una serie de quiebres comunicativos desde el primer número musical; Frías también asoma salvedades donde la telecomunicación tiende puentes y, a la par, rastrea los abismos familiares en el entorno de Ulises (Juan D. García Treviño) cuando emigra a la frontera con Estados Unidos. El plano general donde Lin (Xueming Angelina) y Ulises están intentando entenderse con las manos mientras el tren atraviesa el plano al fondo es de una potencia similar a cuando Lina intenta comunicarse con su hijo por Skype. La diferencia está con que él ignora a Lina, mientras que Ulises y Lin se vuelven cómplices, así sea momentáneamente.