Lightyear

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Este 26° largometraje de Pixar es un spinoff eficaz y entretenido a partir de una propuesta básica para el consumo del público infantil (sobre todo de varones), pero queda a años luz del encanto, la sensibilidad, la gracia y la creatividad que convirtieron a la saga de Toy Story en un clásico no solo del cine animado sino dentro de la historia grande del séptimo arte en general.

Luego de más de dos años Pixar vuelve a los cines. Tras el efímero paso -pandemia mediante- de Unidos (Onward) por las salas en marzo de 2020, Disney decidió que las tres siguientes producciones de ese estudio (Soul, Luca y Red) fueran a alimentar la oferta de su plataforma de streaming Disney+. Y justo este esperado regreso a las pantallas grandes es con una película que perfectamente podría haber ido de manera directa a los dispositivos hogareños. No porque este 26° título de la factoría sea fallido o carezca de espectacularidad, sino porque ha perdido buena parte del encanto y la capacidad de sorpresa que caracterizaron desde siempre a Pixar. Es una historia básica que se ubica entre lo más convencional de su rica historia junto con la secuela de Cars.

El prólogo nos informa que en 1995 el pequeño Andy recibió el muñeco de Buzz Lightyear luego de haber visto un film sobre el heroico guardián del espacio que se convirtió de inmediato en su título favorito. Lightyear es esa película.

Y, lamentablemente, pese a ser la apuesta más contundente de Pixar por el género de ciencia ficción, resulta también una de las más previsibles. Buzz Lightyear (ahora con la voz de Chris Evans en lugar de Tim Allen) sigue siendo el piloto arrojado e individualista de siempre y una de las premisas de esta historia será aprender a ser paciente (el tiempo transcurre de forma muy diferente en el espacio) y a trabajar en equipo a-la-Star Trek con sus nuevos colaboradores: Izzy Hawthorne (Keke Palmer), Darby Steel (Dale Soules), Mo Morrison (Taika Waititi) y el gato-robot Sox (Peter Sohn), que es el más logrado comic relief.

Más allá de algunos hallazgos propios del cine de aventuras con misiones en principio fallidas, escapes de último segundo o redenciones cuando todo parece perdido, quizás la mayor audacia de toda la película sea la naturalidad y dulzura con que se muestra que la capitana Hawthorne (Uzo Aduba) tiene como pareja a otra mujer (esa “osadía” le valió la prohibición para que el film pueda estrenarse en varios países árabes).

El problema es que en medio del vértigo y la acumulación de estímulos constantes el film va perdiendo su audacia, originalidad y creatividad. A la enésima aparición de unas enredaderas gigantes que arrasan con los distintos personajes uno no hace más que confirmar que el guion coescrito por Jason Headley y el aquí también director Angus MacLane no tiene demasiado para innovar ni sorprender en un film que en muchos sentidos tiene más sello de Disney que Pixar.

De todas formas, la excelencia de la animación, el carisma de su protagonista y la buena combinación de los distintos elementos de la fórmula convierten a este viaje interplanetario en una experiencia que la platea infantil (en especial la masculina) sabrá disfrutar sin demasiados esfuerzos (ni exigencias).