Lightyear

Crítica de Denise Pieniazek - Metacultura

El origen del guardián espacial

Luego de cuatro largometrajes de Toy Story y algunas producciones televisivas, ha llegado a las salas de cine Lightyear (2022). La propuesta inicia sobreimprimiendo la frase “En 1995 Andy recibió un juguete de su película favorita… Ésta es esa película”. De este modo metadiscursivo el relato anuncia que se trata de una especie de precuela (o más precisamente un spin-off) que narra la historia de origen del personaje de Buzz Lightyear. La presente película animada, dirigida por Angus MacLane, aquel de Buscando a Dory (2016) y el corto Toy Story de Terror (2013), quien escribió el guión junto a Matthew Aldrich (Coco, 2017) y Jason Headley (Unidos, 2020), se enmarca dentro del género de la ciencia ficción.

Después de un infortunio tras intentar explorar un planeta desconocido rico en recursos, Lightyear (con la voz de Chris Evans), su comandante y amiga Alisha Hawthorne (Uzo Aduba) y toda la tripulación quedan varados allí a 4.2 millones de años luz de la Tierra. Tras sentirse responsable por lo ocurrido, Lightyear emprende viajes experimentales con el fin de alcanzar más velocidad para poder retornar al planeta de origen. El problema es que al realizar los viajes se produce una “dilatación temporal”, por ende, mientras el tiempo de Buzz se ralentiza cuando viaja, el tiempo del resto sigue transcurriendo. Como resultado, el protagonista debe enfrentarse a la soledad y la pérdida de sus afectos. En dicho sentido, la película ofrece momentos emotivos y subraya el carácter humano de Lightyear (por ello no era imprescindible recurrir a la voz de Tim Allen), pues ya no estamos frente a un juguete “ególatra” sino ante un astronauta que debe enfrentar problemas reales y existenciales. En este viaje de autoconocimiento, el héroe se tornará vulnerable y aprenderá lo que siempre le costó, trabajar en equipo. Esta cuestión es la moraleja principal que desea transmitir la obra, porque “lograr grandes cosas requiere de la colaboración de numerosas personas: se trata realmente de un trabajo en equipo”, al igual que la dedicación en grupo que implica la realización de una película. El colectivo está conformado por “marginados” e incluye a una ex convicta, pero también será de la partida Sox, un adorable gato-robot. Este personaje, como se suele decir popularmente, se roba la película, puesto que es un eficaz comic relief con la mezcla justa de simpatía y ternura.

Quienes estén esperando un producto similar a Toy Story (1995) no estarán del todo conformes porque este relato acertadamente se desprende de sus predecesoras, contando una nueva historia que poco tiene que ver con la anterior. Solo recurre lo justo y necesario a Toy Story (dirigida por John Lasseter, quien escribió el guión original junto con Pete Docter y Andrew Stanton) y sobre todo tiene guiños para con Toy Story 2 (1999) y el villano Zurg (Josh Brolin), además del latiguillo “to infinity and beyond” (“al infinito y más allá”), que aquí más que carga cómica posee un tono emotivo, incluso hay un plano que remite metafóricamente a los dedos de la obra pictórica de Miguel Ángel en la bóveda de la Capilla Sixtina. También hay algunos elementos que remiten a clásicos intergalácticos de la cultura popular como Star Wars y Star Trek y a las viejas consolas de video juegos (al respecto hay un chiste atinado orientado a los adultos -quizás ya padres- que verán el film). La animación incluye con austeridad varias cuestiones explotadas por el cine mainstream actual, elementos cercanos al multiverso, los problemas temporales y las aventuras galácticas.

Además, a tono con la “corrección política” actual, esa que Disney pretende homologar de forma superflua en todas sus producciones, la representación en Lightyear de la homosexualidad, a través de una pareja de lesbianas integrada por Alisha (una comandante de ascendencia afroamericana) y su esposa (con rasgos “exóticos”), no resulta forzada. En esta ocasión se reconoce que el gesto, a pesar del cliché y la saturación de la superposición de minorías sociales, las sexuales o las étnicas, tiene la osadía de incluir un beso en una producción ATP y mostrar una familia diversa compuesta por dos madres y un hijo, otorgando un mensaje de inclusión social. Dicha escena fue reincorporada tras el escándalo mediático, cuando los empleados de Pixar presentaron una carta criticando a la compañía por censurar el “afecto abiertamente homosexual”, misiva cuyo origen fue el intento fallido de Disney de eliminarla del film. Sin embargo, lamentablemente el estreno de Lightyear fue prohibido en algunos países como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Líbano, Egipto, Jordania, Malasia, Indonesia, China, Kuwait, Omar, Qatar y Bahréin.

Finalmente, la narración ofrece un buen equilibrio entre los momentos emotivos y la comicidad, aunque por momentos el desarrollo de la acción se ve entorpecido por abusar del recurso de colocarle dificultades constantes al protagonista, lo cual se torna algo reiterativo. En conclusión, a pesar de este desatino, Lightyear es una propuesta muy entretenida tanto para grandes como para chicos que resulta más graciosa en su idioma original, aunque los remates no pierden su efectividad en el doblaje al español. Por último, recuerden que posee tres escenas extras post créditos, dos gags y algo que parece dejar la puerta abierta para una secuela. En suma, para los amantes del detrás de escena se recomienda ver el documental de corta duración Más Allá del Infinito: Buzz y el Viaje hacia Lightyear (2022), disponible en Disney Plus.