Liebig

Crítica de Jorge Marchisio - Loco x el Cine

Liebig era una famosa empacadora de carne que estuvo por varios años a principio del Siglo XX, pero que de un día para el otro decidió irse del país. En su época de gloria, la empresa no sólo tenía una enorme fábrica en Santa Fe, sino que también le dio vivienda a sus trabajadores y levantó un lujoso hotel en la zona para que diferentes socios se alojaran en el lugar. En la actualidad todo está abandonado, o tomado por otras personas; mientras que los trabajadores dan su testimonio de lo que era trabajar allí.

Hay que entender que no estamos ante un documental sobre una empresa en particular, sino que el tema central va mucho más allá de lo que se piensa. Se nos cuenta la historia de un poblado que perdió toda su identidad; de un lugar próspero, que con la partida de su benefactor, quedó estancado en el tiempo; con gente que añora el pasado, y nuevos miembros de la comunidad que quieren dar vuelta a la página y dejar de pensar en aquello que pasó hace décadas.

Es interesante cómo en Liebig se ve algo que hoy comúnmente no se ve en la gente que trabaja en grandes empresas; y es que los empleados están agradecidos por haber sido parte de dicho proyecto; al grado de sentirse piezas claves para que la fábrica en cuestión funcione y haya sido el monstruo que fue en su época. Lejos vamos a estar de ver algún testimonio hablando mal de sus antiguos empleadores, o contando viejos trapos sucios.

Y esto nos da pie a una reflexión, no por algún dato técnico de Liebig, sino por algo que vemos dentro del mismo documental. En un momento observamos cómo uno de los ex-trabajadores se indigna al ver un insulto escrito en la réplica de la lata de carne pero de tamaño gigante que fabricaba la empaquetadora de carne. Quizás parezca una reacción exagerada, pero también es ver cómo se perdió el respeto no sólo por la propiedad pública, sino por algo que era nuestro y que ya no está más, y cómo las generaciones jóvenes no tienen conciencia de la pérdida que sufrió el lugar.

Quizás ese será el mensaje final que nos deja, y ya por eso vale la pena ver el documental y quedarse meditando.