Licorice Pizza

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Paul Thomas Anderson es uno de los cineastas más importantes del siglo XXI. Su obra todavía breve, tiene varios títulos importantes que son referencia obligada del cine actual. Más allá de la opinión que cada uno tenga de su cine, queda claro que no se trata de un cineasta irrelevante. Las nueve películas que conforman su filmografía son Vivir del azar (Hard Eight, 1996), Boogie Nights (1997), Magnolia (1999), Embriagado de amor (Punch-Drunk Love, 2002), Petróleo sangriento (There Will Be Blood, 2007), The Master (2012), Vicio propio (Inherent Vice, 2014), El hilo fantasma (Phantom Thread, 2017) y Licorice Pizza (2021).

Sus películas son intensas, potentes, con una estilo narrativo que rompe la narración clásica yéndose muchas veces en direcciones inesperadas, mezclando una línea principal con apuntes que acompañan y a la vez quiebran el relato. La intensidad mencionada no siempre tiene que ver con armas de fuego o escenas de acción, a veces la violencia surge del vínculo entre los personajes, con una tensión creciente al borde de lo tolerable. A pesar de que uno reconoce la calidad de su cine, es casi imposible unificar lo que se ve en Phantom Thread y Licorice Pizza. Hay una versatilidad en Anderson que le permite cambiar radicalmente de tono. Tal vez Phantom Thread sea la más rara de sus películas, aunque Licorice Pizza sea por mucho la más liviana de sus obras.

La película transcurre en el Valle de San Fernando, California, en 1973. Los personajes principales son Alana Kane (Alana Haim) y Gary Valentine (Cooper Hoffman). Se conocen en la fila para sacarse la foto del anuario del secundario donde estudia Gary. El tiene quince años y ella veinticinco. Gary se enamora al instante pero Alana acepta solo ser su amiga. Juntos vivirán una serie de aventuras mientras crecen y cambian su mirada sobre el mundo. Ella busca ser actriz, él busca ser un adulto exitoso en cualquier tipo de negocio.

En los primeros minutos de película Licorice Pizza muestra que tiene detrás a un director de cine. En los tiempos actuales, donde en lugar de hablar de cine se habla de contenido en plataformas, que alguien sepa lo que quiere filmar es casi un oasis. Anderson tiene la habilidad para mostrar los rostros en una escena en la que ambos están en movimiento. La cámara los acompaña y rápidamente estamos dentro de su mundo. Unos minutos que avisan que esto es cine. Luego la película abrirá su juego en varias direcciones, anécdotas y otras ramificaciones, pero siempre con esos dos protagonistas juntos. Sin duda es la película más liviana de Paul Thomas Anderson. Toda la trama uno espera un momento perturbador, terrible, sórdido, pero en general los peligros no son tales y el costado siniestro del mundo parece ir por un costado.

La película está llena de referencias cinematográficas, empezando por Sean Penn, quien interpreta a Jack Holden, en clara referencia a William Holden. Su amigo Rex Blau (Tom Waits) podría ser muchos directores, pero habiendo dirigido a Holden, uno imagina que se trata de Mark Robson, ya que gran parte de la escena en la que él está, recrean Los puentes de Tokyo-Ri (1954) dirigida por Robson y protagonizada por Holden. El personaje también habla de otra película que no es otra más que Breezy (1973) donde fue dirigido por Clint Eastwood. No es casual la elección, en esta película la pareja protagónica tiene una diferencia de edad notable y el tono general de la historia es luminoso y optimista.

El protagonista del film, Cooper Hoffman, es el hijo de Philip Seymour Hoffman, uno de los actores favoritos de Paul Thomas Anderson y fallecido muy joven. Aparecen también las hijas de Steven Spielberg y el hijo de Jack Nicholson, entre muchos otros familiares de la farándula, como el padre de Leonardo Di Caprio. Pero también hay referencias cinematográficas de otro tipo, como toda la parte del local político, donde los aires de Taxi Driver (1976) también se hacen presentes. Todas estas capas de ficción, referencias, cosas reales e inventadas le dan un aire entre familiar e imaginario, como si los protagonistas vivieran dentro de una película. Tal vez eso los protege de las peores cosas del mundo.

Licorice Pizza (una forma de referirse a los long play de vinilo) es una comedia romántica de entrada en la adultez que tiene una libertad y una vitalidad asombrosas. Apoyada en personajes insólitos que crean escenas delirantes, los protagonistas viven momentos de absoluta felicidad que son fáciles de ver para los espectadores aunque los propios personajes no estén tan seguros de que sean felices. Las familias de ambos personajes son increíbles. Alana Haim tiene en la película a sus verdaderas hermanas y a sus verdaderos padres. Alana y sus hermanas tienen una banda en el mundo real y Paul Thomas Anderson hizo muchos de sus videos. Todo se mezcla en esta película.

Los protagonistas son jóvenes y se nota. Aunque se ve un poco menos sentida que otros títulos del director, su felicidad es contagiosa y la libertad que tienen muestra a las claras que esta vez Anderson no los quiso juzgar, una novedad dentro de su cine, por cierto. La energía demente de varias escenas sí es una clara marca del realizador. Como en esas películas románticas inocentes de los años setenta, acá los protagonistas no son las parejas clásicas así como tampoco su mundo, pero si tienen ese mismo impulso vital juvenil que al cine siempre le costó captar y acá se despliega completamente frente a nuestros ojos. Licorice Pizza es pura fuerza y corazón, además de estar extraordinariamente bien filmada.