Licorice Pizza

Crítica de Leonardo M. D’Espósito - Revista Noticias

Menos mal que Paul Thomas Anderson (no siempre perfecto pero siempre un director en absoluto dominio de su arte, siempre un director interesante) no se deja llevar por modas y modos del cine y hace la suya. Esta es quizás su película más amable y con más corazón (aunque "Embriagado de Amor" y "Boogie Nights" estaban llenas de todo eso), porque es también algo autobiográfica.

La California cercana a Hollywood de los primeros setenta es el marco de la historia de amistad o amor entre un chico casi estrella de la TV y una chica más grande que él pero quizás -solo quizás- más ingenua. El cariño con el que Anderson -siempre virtuoso- trabaja a sus personajes (de paso Cooper Hoffmann, el protagonista, es el hijo de Phillip Seymour Hoffmann, amigo de siempre de Anderson, quien lo solía tener en brazos y cuidar; aquí lo hace con la cámara) muestra
que el realizador mira el pasado sin nostalgia (no hay regodeo en el tiempo que pasó) y sí como una forma de construir una personalidad a través de la experiencia.

Esto quizás haga pensar al lector que estamos ante un film “serio”. Lo es pero no en el sentido de “solemne”: es alegre, vibrante, humano y, por momentos, cómico. Es mucho más que autobiografía o relato de época: es una radiografía
sobre qué es la juventud y qué peso tiene en el resto de nuestra vida. Y sí, además es muy linda.