Licorice Pizza

Crítica de Felipe Benedetti - Sin Intervalos

Ya está en cines “LICORICE PIZZA”, lo nuevo de Paul Thomas Anderson. El autor de “Magnolia” y “Petróleo Sangriento” nos trae una comedia romántica llena de emociones por vivir.

Alana Kane (Alana Haim) y Gary Valentine (Cooper Hoffman) inician un romance con muchos altibajos. Superando múltiples obstáculos, deberán aprender el significado de amarse entre ellos.

No hay mucho por decir de Paul Thomas Anderson que no se haya dicho. Sabe entender el cine mejor que nadie, por lo menos dentro de la nueva generación de directores. Sus largometrajes podrán no ser los más taquilleros o los que más acción tienen, pero llegan al espectador de una manera especial.

"LICORICE PIZZA" no es la excepción a la regla. Es un romance lleno de amor, aunque suene redundante, donde los dos protagonistas entran en un aura en el que lo único que importa es superar sus problemas para llegar a estar juntos. Se les plantean millones de obstáculos que deberán ir sorteando poco a poco mientras su amor se va haciendo cada vez más fuerte. Desde el principio ya sabemos que va a ser difícil y que las diferencias entre ellos abundan, pero deben transformarse y aprender que a veces son aquellas diferencias las que unen a las personas. ¿Para qué está el amor si no es para complementarse?

En cada aspecto de la obra hay un claro cuidado por los detalles. El amor y la nostalgia hacia el Valle de San Fernando en los 70' es profundo, y no es casualidad que sea donde se crió el propio director. Como espectadores nos sentimos cómodos en las locaciones, como si estuviésemos allí viviendo todo. Esto sucede cuando hay una plena atención de los elementos que aparecen en pantalla. La cuidadosa puesta de cámara alimenta el relato, contando con imágenes y no con palabras. De a poco va acercando a los protagonistas y por momentos los separa. Entendemos lo que siente cada uno y lo que está sucediendo dentro suyo, no porque lo digan, sino porque lo vemos.

Es el primer largometraje que protagonizan Cooper Hoffman y Alana Haim, una apuesta bastante arriesgada para una película de este calibre. Pero el resultado supera las expectativas. Presentan actuaciones realistas y naturales que nos interpelan como espectadores y nos hacen creer que podríamos ser nosotros los que estamos en pantalla. Esto hubiese sido más difícil de lograr si fueran actores de renombre.

Un filme lleno de magia que no terminó resultando un producto taquillero, pero que se siente como un clásico a futuro. Tenemos personajes que llegamos a conocer como a nosotros mismos, quedándose varios días en nuestras cabezas y, a su vez, locaciones y acciones entrañables. “LICORICE PIZZA” entiende que en el cine (como en la vida) lo importante son las emociones.

Por Felipe Benedetti