Líbano

Crítica de María A. Melchiori - Cine & Medios

La guerra a través de la mira

Líbano, 1982. Israel ha ocupado el sur del país para expulsar a las guerrillas palestinas, y los sirios acaban de sumarse al conflicto. Cuatro jóvenes conscriptos israelíes son enviados dentro de un tanque a una ciudad que acaba de caer en poder sirio como apoyo a una pequeña unidad de combate. Es su primera incursión en territorio de guerra y les cuesta organizarse. Bajo el mando de Assi (Itay Tiran), el artillero Shmulik (Yoav Donat), el conductor designado Ygal (Michael Moshonov) y el cargador Hertzel (Oshri Cohen) funcionan exactamente como cabe esperar de cuatro muchachos inexpertos lanzados al medio de un infierno: por acción del instinto y del miedo.
Llegados al centro de la ciudad destino, el tanque recibe un impacto de obús que lo inhabilita parcialmente y deja a estos cuatro jóvenes asustados, dependiendo exclusivamente de su superior en el exterior. Una vez dentro de esa fortaleza móvil, no pueden salir a menos que reciban órdenes en ese sentido. Los horrores de la guerra les llegan mediados por lo que escuchan a través del aparato de radio y lo que Shmulik puede espiar desde la mira del cañón en la torreta del tanque. La sensación de peligro inminente sumada al encierro comienza a hacer mella en estos soldados, que verán puesta a prueba su capacidad de mantenerse unidos y sobrevivir.
Si bien es inevitable caer en tópicos trillados (la guerra es más o menos igual en todas partes, siempre cruel y muy rara vez explicable por la lógica), como esos momentos donde Shmulik no puede evitar enfocar la mira del cañón sobre los cadáveres de los civiles a medida que se internan en los poblados, "Líbano" ofrece un pasaje completo y acabado de una experiencia real, vívida, con todo el peso de lo autobiográfico.
Como respaldo a un buen guión, las actuaciones de los cuatro personajes principales son más que logradas, articulando una pequeña compañía que funciona muy bien en la pantalla. Tanto como cabe esperar que funcione un grupo de jóvenes en la situación que se presenta a los fines de la ficción.
En su debut en el largo cinematográfico, Samuel Maoz no eligió precisamente un tema sencillo: la intervención vista del lado del que invade un país, sean cuales sean sus propósitos, siempre genera una controversia y es bueno que así sea. Sin embargo, la perspectiva desde la que se narra el conflicto consigue perfilar un drama humano inusual, capaz de conmover al espectador en más de un sentido.